San Benito, Abad
(Mateo 10, 24-33) «A quien me reconozca delante de los hombres, yo también lo reconoceré ante mi Padre, que está en los cielos»
(Mateo 10, 24-33) «A quien me reconozca delante de los hombres, yo también lo reconoceré ante mi Padre, que está en los cielos»
(Mateo 10, 1-7) Y de camino predicad diciendo: «El reino de los cielos se ha acercado»
(Mateo 9, 14-17) «Nadie remienda un vestido viejo con un parche de tela nueva, porque el remiendo nuevo encoge, rompe la tela vieja y así se hace luego más grande la rotura»
(Mateo 16, 13-19) «Bienaventurado eres, Simón Bar-Yoná, porque carne y sangre no te lo reveló, sino mi Padre celestial. Y Yo, te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificare mi Iglesia, y las puertas del abismo no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del reino de los cielos: lo que atares sobre la tierra, estará atado en los cielos, lo que desatares sobre la tierra, estará desatado en los cielos»
(Lucas 1, 57-66. 80) Y el niño crecía y se fortalecía en espíritu, y habitó en los desiertos hasta el día de darse a conocer a Israel.
(Mateo 22, 34-40) «”Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, con toda tu alma, y con todo tu espíritu. Éste es el mayor y primer mandamiento”. El segundo le es semejante: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. De estos dos mandamientos pende toda la Ley y los Profetas»
(Lucas 10, 1-9) «La mies es grande, y los obreros son pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Id: os envío como corderos entre lobos […]»
(Mateo 10, 7-13) «Y de camino predicad diciendo: “El reino de los cielos se ha acercado”. Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad fuera demonios. Recibisteis gratuitamente, dad gratuitamente»
(Juan 10, 11-16) «Yo soy el pastor bueno, y conozco las mías, y las mías me conocen, –así como el Padre me conoce y Yo conozco al Padre– y pongo mi vida por mis oveja»
(Mateo 5, 1-12) «Gozaos y alegraos, porque vuestra recompensa es grande en los cielos, pues así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros»
(Mateo 5, 13-19) «No vayáis a pensar que he venido a abolir la Ley y los Profetas. Yo no he venido para abolir, sino para dar cumplimiento. En verdad os digo, hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota, ni un ápice de la Ley pasará, sin que todo se haya cumplido»
Históricamente, los laicos han participado en el Oficio Divino. Sin embargo, apariciones marianas como las de Fátima resaltan la importancia del Rosario, conocido como “el salterio del hombre pobre.” Este adquiere preeminencia para los laicos, sin excluir la valiosa participación de quienes puedan rezar el Oficio Divino.
(Marcos 6, 17-29) «Quiero que me des ahora mismo, en una charola, la cabeza de Juan el Bautista»
(Juan 15, 9-17) «Vosotros sois mis amigos, si hacéis esto que os mando. Ya no os llamo más siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor, sino que os he llamado amigos, porque todo lo que aprendí de mi Padre, os lo he dado a conocer»
Hubo una época en que los santos formaron a nuestros hijos y nietos, guiándolos por el camino de la virtud, entre ellos, encontramos a San Juan Bosco, para quien el difícil arte de educar se centra en la promoción y el fomento de una serie de acciones y actitudes que los niños y jóvenes necesitan para convertirse en hombres y mujeres de bien.
Celebremos la conversión del apóstol San Pablo, un personaje indiscutiblemente fundamental en la historia de la Iglesia primitiva, que de perseguidor pasó a ser un instrumento escogido por Dios para la extensión del reino de los cielos. Entre tantas conversiones del santoral, la de Pablo es única y ejemplar, pues ocurre algo radical: cae Saulo y se levanta Pablo.
Para aquellos que nunca han leído la Biblia, al principio puede parecerles una tarea bastante difícil adentrarse a los pasajes y las líneas de este excepcional libro, ya que no saben cómo entenderla ni hacer uso de los mensajes que Dios allí nos presenta. Como cristianos, estamos llamados a vencer esos miedos, porque todos debemos practicar diariamente el arte de leer la Sagrada Escritura, que es el arte de traer a Jesús vivo y presente en cada lectura de la palabra de Dios.
San Nicolás se hizo popular por su generosidad y amabilidad para con los más necesitados y los niños, a quienes hizo beneficiarios de su gran fortuna personal. Sin embargo, por lo que más se caracterizó este santo fue por ser un gran defensor de los dogmas católicos.
El P. Castellani veía en el olvido de la Parusía una de las causas principales de la descristianización: Apenas se predica ya sobre el Adviento definitivo de Cristo. Tema que está en el centro de nuestra fe y de nuestra esperanza. Mucha falta nos hace recordar sobre esta gran verdad.
La promesa de la redención, entendida a la plena luz de los Evangelios, implica algo más que una mera liberación del sufrimiento. Puede que no todos experimentemos la persecución y las traiciones de los mártires, pero algunas heridas pertenecen necesariamente a la vida cristiana.