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Cuando los Santos educaban a los niños

Hubo una época en que los santos formaron a nuestros hijos y nietos, guiándolos por el camino de la virtud, entre ellos, encontramos a San Juan Bosco, para quien el difícil arte de educar se centra en la promoción y el fomento de una serie de acciones y actitudes que los niños y jóvenes necesitan para convertirse en hombres y mujeres de bien.
Cuando los Santos educaban a los niños

Tomado de Proyectoemaus.com

En los escritos y obras de San Juan Bosco se encuentran muchas orientaciones y consejos educativos de gran actualidad para la educación de las familias cristianas.

«Dios me hizo conocerlo, amarlo y servirlo en este mundo para ser feliz con Él en el próximo«. Así el niño – basándose en el Catecismo – responde correctamente a la pregunta de por qué Dios lo creó.

En consonancia con esta noción básica, la educación católica ha significado tradicionalmente, diseñar toda la personalidad del niño para la práctica de la virtud. Produjo así niños con conciencia, en marcado contraste con los niños engreídos y problemáticos que prevalecen hoy en día.

Las escuelas modernas, en su mayor parte, han perdido de vista, o han ignorado por completo, la verdadera finalidad de la educación. Miremos hacia atrás entonces a una época en que los santos formaron a nuestros hijos y nietos, guiándolos por el camino de la virtud.

A continuación se presentan algunos pasajes seleccionados de las pautas educativas establecidas por San Juan Bosco en el último siglo. Estas verdades poco conocidas o a menudo olvidadas, extraídas de sus escritos, son tan oportunas ahora como entonces.

-Sobre la música: Cualquier centro educativo sin música es un cuerpo sin alma. La música educa, calma y eleva; es el medio más eficaz para inculcar disciplina y contribuir a la moralidad.

-Sobre el amor por la belleza: El maestro debe también ayudar a sus pupilos a perfeccionar sus sentimientos de belleza. Este es un sentimiento natural, pero debe ser desarrollado y perfeccionado. Todos los niños tienen la capacidad de aprehender sobre las bellezas de la naturaleza, el arte y la religión.

«Recuerdo que cuando era niño, mi madre me enseñó a mirar hacia arriba y ver al cielo para observar las maravillas del campo. Durante las noches serenas e iluminadas por las estrellas, ella me llevaba afuera y me mostraba el cielos y me decía: Es Dios quien creó el mundo y puso tantas hermosas estrellas arriba. Si el firmamento es tan hermoso, ¿Cómo será el paraíso?» Don Bosco.

-Sobre la formación intelectual: Cultivar solo el intelecto, abandonando todas las demás facultades humanas, es deformar al hombre.

El Padre de la juventud decía: «La educación intelectual abarca una serie de normas, de medidas prácticas y requiere de recursos apropiados para proporcionar a la inteligencia juvenil el conocimiento de las letras y las ciencias indispensables y útiles para la vida. Pero la escuela no debe tomar el lugar de la familia, y mucho menos, la iglesia. La escuela debe enseñar en relación con la vida».

-Sobre la formación moral: Todos, o casi todos los educadores, ven el desarrollo del intelecto como su principal responsabilidad para con el niño. Sin embargo, esto muestra una falta de prudencia, ya que no entienden, o de lo contrario pierden fácilmente de vista, la naturaleza humana y su dependencia recíproca de nuestras facultades. Dirigen todos sus esfuerzos al desarrollo las facultades cognitivas y de los sentimientos, que confunden errónea y trágicamente con la facultad del amor. Al hacerlo, ignoran por completo a Dios, que es la única fuente de amor puro y verdadero.

-Sobre la formación social: Los juegos también son elementos sociales que no deben ser menospreciados.Por esta razón, les damos mucha importancia. Los juegos le enseñan al niño a controlarse y no lastimar ni molestar a sus compañeros; desarrollar sensibilidad social; para aumentar hábitos de cortesía, afabilidad y modales; a estimular el ejercicio de justicia y lealtad, condiciones indispensables no solo para juegos sino también, para todas las formas de actividad social.

-Sobre la educación religiosa: La educación debe desarrollar en la juventud una pasión por el bien y un odio por mal. El profesor está obligado a entender que esto es un efecto de correspondencia o falta de conformidad con la voluntad de Dios.

«Uno de los defectos o vicios de la moderna pedagogía, es la reducción de la religión a un puro sentimiento. Por esta razón, no se quiere hablar con los niños sobre, o incluso nombrar, las verdades eternas de la muerte, el juicio y mucho menos, infierno» decía el Santo.

Para San Juan Bosco ese difícil arte de educar se centra, por una parte, en la promoción y el fomento de una serie de acciones y actitudes que un joven necesita para alcanzar la virtud:

1- Conocimiento de Dios
2- La obediencia a sus padres y educadores
3- El respeto a los lugares sagrados y a los ministros del Señor
4- La lectura espiritual y la Palabra de Dios
5- La devoción a María Santísima

Por otra parte, según san Juan Bosco, en el evitar y huir de una serie de circunstancias y situaciones:

1- El ocio
2- Las malas compañías
3- Las malas conversaciones
4- El escándalo

La promoción y fomento de estas acciones y actitudes tiene, originalmente, su lugar natural y principalísismo en la familia, «Iglesia doméstica», porque el amor de los padres dispone y habilita el corazón del hijo para la recepción del bien y de las verdades que los padres le comunican.

Para Don Bosco la educación se expresa con aquel lenguaje del amor que va conquistando el corazón del discípulo y ejerciendo sobre él gran influencia, permitiendo al niño, al educando, aquel conocimiento experimental simple y vital por el cual el niño se nutre de quien le dice las cosas y de quien se las muestra. Se trata de un conocimiento que comporta una unión intencional del niño muy especialmente con sus padres, pero también con los educadores buenos por la que, además, queda vinculado a aquel que le dice qué y cómo son las cosas y que, por naturaleza, tiene su lugar propio de adquisición: la familia fundada en el matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer.

En su obra El joven cristiano, san Juan Bosco incluye, finalmente, algunos consejos prácticos para la vida concreta y para la vida espiritual de niños y jóvenes que son también de gran interés y manifiestan, nuevamente, el profundo conocimiento que el santo tenía de las muchas necesidades pero también de la vitalidad y del deseo de bien propios de la psicología infantil y juvenil.

Las virtudes principales propias de la infancia y de la primera juventud son, según san Juan Bosco, la piedad y la oración, la obediencia y la pureza, por un lado; y, por el otro, algunas virtudes particulares propias de la templanza y de la fortaleza que los niños más mayores y los jóvenes particularmente necesitan para huir sobre todo de las tentaciones del ocio y de las malas compañías. Esas virtudes son el estudio, la modestia, el ejercicio en las artes «mecánicas y liberales», el trabajo doméstico, el juego y un adecuado ejercicio físico y, también, el ayuno para los niños más mayores.

Y todo ello bajo la guía y el concurso de la gracia divina, pues, además de corregir y ordenar las inclinaciones desordenadas y fomentar y ordenar las buenas desde la más tierna infancia, sobre todo, lo que la educación persigue es «iluminar el entendimiento y fortalecer la voluntad con las verdades sobrenaturales y los medios de la gracia, sin la cual no es posible dominar las pervesas inclinaciones y alcanzar la debida perfección educativa de la Iglesia».

Huyendo por ello de todo naturalismo pedagógico que «de cualquier modo excluya o merme la formación sobrenatural cristiana en la instrucción de la juventud»; y huyendo además de todo método de educación que «se funde, total o parcialmente, en la negación o en el olvido del pecado original y de la gracia, y, por consiguiente, sobre las solas fuerzas de la naturaleza humana». Es por esta razón que san Juan Bosco insiste repetida y encarecidamente en la necesidad de la recepción frecuente de los sacramentos de la Confesión y de la Eucaristía.

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