Este es el Cordero de Dios
(Juan 1, 35-42) En aquel tiempo, estaba Juan el Bautista con dos de sus discípulos, y fijando los ojos en Jesús, que pasaba, dijo: «Éste es el Cordero de Dios»
(Juan 1, 35-42) En aquel tiempo, estaba Juan el Bautista con dos de sus discípulos, y fijando los ojos en Jesús, que pasaba, dijo: «Éste es el Cordero de Dios»
(Lucas 2, 1-14) «Gloria Dios en las alturas, y en la tierra paz entre hombres de la buena voluntad»
Gilbert K. Chesterton explica que cuando los cristianos celebran la Natividad, están celebrando un evento que cambió el curso de la historia y transformó permanentemente el ADN de la sociedad humana. «El Dios en la cueva» es la Sabiduría misma que vino al mundo para iluminar a los hombres y comunicarles vida eterna.
Celebremos con alegría la llegada de nuestra salvación y redención. Celebremos este día de fiesta en que el Eterno vino, desde aquel Día grande y eterno, a este nuestro día, breve y temporal. Él se hizo para nosotros justicia, santificación y redención, a fin de que, como está escrito, «Quien se gloríe, se gloríe en el Señor».
Terminada la Eucaristía, Francisco, lleno de amor y de alegría, les contó a todos los presentes, con lujo de detalles, la hermosa historia de la Navidad, y Jesús, «luz del mundo», llenó sus corazones de paz y de amor.
Nos toca vivir tiempos difíciles, pero no por ello debemos abandonar las prácticas católicas de este precioso tiempo litúrgico. La Navidad debe llenarnos de esperanza y alegría por la llegada del Salvador, pero también debe hacernos capaces de contemplar en el pesebre de Belén el misterio de Dios que se hace hombre para redimir a la humanidad.
Cuenta la tradición que una noche de Navidad, luego de que los fieles se retiraran de la gruta de Belén, San Jerónimo se quedó allí rezando. Estando en oración, el Niño Jesús se le aparece súbitamente al Santo y le hace una conmovedora pregunta: ¿Qué me vas a regalar en mi cumpleaños?
Nos estamos preparando para iniciar el tiempo de Navidad, un tiempo que para nosotros los cristianos tiene un sentido muy particular: es la celebración del gran misterio de la Encarnación, del Dios que se hace hombre, del Emmanuel, el Dios-con nosotros.
Los villancicos nos invitan a adentrarnos en el espíritu de la Navidad. Estas canciones proclaman el júbilo por la venida del Salvador, el Rey de la Paz, en quien se cumple la promesa redentora de Dios. Como dice Benedicto XVI: «La alegría del canto y de la música son…una invitación constante para los creyentes y los hombres de buena voluntad a comprometerse para dar a la humanidad un porvenir lleno de esperanza».
¿Nació nuestro Señor Jesucristo el 25 de diciembre? ¿Qué tiene que ver Papá Noel con esto? ¿Alguna relación con el solsticio de invierno? En Navidad conmemoramos un hecho histórico verdadero: el nacimiento Jesús de Nazareth. Es necesario redescubrir la verdadera esencia de lo que celebramos: Que Dios, que es amor, nos envió a su Hijo.
El Adviento, es un tiempo de preparación y que mejor que prepararnos acompañados de San José. Dejémonos «contagiar» por el silencio de San José. Es muy necesario, en un mundo demasiado ruidoso, que no favorece el recogimiento.
«El verbo eterno se hizo carne y habitó entre nosotros» (Jn 1.14), prestos para celebrar este gran misterio de nuestra fe, el Padre Miguel Martínez nos deja un Mensaje Navideño para comprender y amar de una manera distinta la Natividad de nuestro Señor Jesucristo.
El pesebre nos trae esperanza, es fuente de gracia y de alegría para los cristianos. El sitio donde nació el salvador nos presenta las verdades de nuestra fe y nos enseña dos virtudes fundamentales: la humildad y la caridad.
San Alfonso María de Ligorio reflexiona sobre el misterio de la Encarnación y nos invita a contemplar al Niño Dios que toma la condición humana por amor a los hombres. Una Novena de Navidad para rezar con la familia.
Finaliza el año y es momento de dar gracias a Dios por los favores recibidos en el transcurso de los 365 días del periodo que culmina. En el último y en el primer día del Nuevo Año es posible ganar Indulgencia Plenaria y comenzar con buenos propósitos el año que se aproxima.
Para rescatar la belleza de la Navidad, no bastan los pesebres. Es necesario que el niño Jesús encuentre refugio en nuestras almas.
Un buey y un asno forman parte de la representación del pesebre o nacimiento. ¿Pero de dónde proceden propiamente estos animales? Los relatos de la navidad del nuevo testamento no nos narran nada acerca de esto.
El Pesebre forma parte del dulce y exigente proceso de transmisión de la fe. Desde la infancia y luego en cada etapa de la vida, nos educa a contemplar a Jesús, a sentir el amor de Dios por nosotros, a sentir y creer que Dios está con nosotros y que nosotros estamos con Él. El Pesebre, en efecto, es como un Evangelio vivo, que surge de las páginas de la Sagrada Escritura.
Aun resuenan los villancicos y la ternura de la Nochebuena y Navidad, y apenas amanece el 26 de diciembre la Iglesia se tiñe del rojo de los mártires para recordar al Primer Mártir de la Iglesia, el diácono Esteban y con esta conmemoración se abre la celebración de la llamada Triple Corona del Rey.
Cada 28 de diciembre la Iglesia celebra la fiesta de los Santos Inocentes para recordar la matanza de niños indefensos que derramaron su sangre debido a la soberbia y la injuria de un hombre que sólo pensaba en sí mismo.