La Virgen de Fátima y el Santo Rosario
(Marcos 16, 15-20) «Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado»
(Marcos 16, 15-20) «Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado»
(Lucas 1, 26-38) «Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho»
(Lucas 9,57-62) «El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios»
De todas las devociones a la Santísima Virgen María, el Rosario es la más extensamente difundida entre los fieles.
Quince fueron las promesas que el Beato Alan de la Roche declaró recibir de la Santísima Virgen María, promesas destinadas a quienes recen devotamente el Santo Rosario. Fue el mismo Alan quien restableció la devoción al Rosario enseñada por Santo Domingo de Guzmán apenas un siglo antes y olvidada tras su muerte.
El Santo Rosario es la oración de los pobres y sencillos. Es una oración de muchedumbres y de soledad, es una oración asequible a todos, es una oración sencilla, y entona el alma cada vez que se reza. Sirve para mantener el corazón atento al Señor, sirve para una oración comunitaria, para la meditación, para la oración contemplativa. Tiene un carácter contemplativo, repetitivo, y que da paz al alma.
¿Por qué rezar el Rosario a diario? ¿Qué beneficios trae al que cada día se pone a los pies de María con esta oración? Sor Lucía Dos Santos, una de las tres videntes de Fátima dejó por escrito en un libro las respuestas a estas cuestiones.
La Santísima Virgen María dio el Santo Rosario a Santo Domingo de Guzmán para convertir a los herejes albigenses y a todos los pecadores. Le dijo que propagara esta devoción y la utilizara como arma poderosa en contra de los enemigos de la Fe.
A lo largo de su pontificado, el Papa San Juan Pablo II, ha demostrado una profunda devoción a la Santísima Virgen María y al Santo Rosario. En su Exhortación apostólica «Rosarium Virginis Mariae» invitó a los fieles católicos a rezar con fe y devoción diariamente esta oración mariana, como medio para conocer los misterios de Cristo y redescubrir la ternura y el amor materno de María.
El objetivo del Rosario es elevar nuestras almas a Dios a través de la contemplación de los más grandes misterios de la fe. Cuando se considera así el Rosario a la luz de su contenido eterno e infinito, no es de extrañarnos que los Santos lo hayan alabado tan profusamente, asegurándonos Sor Lucía de Fátima que, después del Santo Sacrificio de la Misa, la oración más agradable para Dios es el «Salterio de la Virgen».
Por medio de San Luis María Grignion de Montfort sabemos que «La práctica del Santo Rosario es grande, sublime y divina. El Cielo nos la ha dado para convertir a los pecadores más endurecidos y a los herejes más obstinados». La Santísima Virgen María desea conceder innumerables bienes espirituales a todos los que recen con devoción el Santo Rosario.
Además de la Santa Misa, ¿Qué es lo máximo que podemos ofrecer por las almas de nuestros familiares difuntos? Rezar el Santo Rosario es lo más recomendable que podemos hacer por aquellos que se han ido. No dejemos de rezar por nuestros familiares difuntos, ellos necesitan de nuestras oraciones.
El amor entrañable del Padre Pío a la Santísima Virgen María se expresaba de modo particular por el rezo del Santo Rosario. Él siempre llevaba un rosario enrollado en la mano o en el brazo, como un arma contra toda clase de enemigos. Lo rezaba continuamente. En una nota, dejó escrito: «Diariamente recitaré no menos de cinco rosarios completos».
Cuenta San Luis María Grignion de Montfort, en su libro «El Secreto Admirable del Santísimo Rosario», que en una ocasión estaba Santo Domingo de Guzmán predicando el Rosario y le llevaron un hereje albigense poseso por demonios, a quien exorcizó en presencia de una gran muchedumbre. Este milagro fue causa de la conversión de gran número de herejes.
Toda la doctrina espiritual de San Alfonso está impregnada de un gran espíritu mariano. Este santo puso en la base de su mariología dos principios inspiradores, la maternidad divina de María y su participación en la obra de la Redención. En sus escritos, invita a los lectores a confiar siempre en el cuidado maternal de la Madre de Dios: “¡Bienaventurado el que siempre, en las batallas contra el infierno, invoca el hermosísimo nombre de María!”
El Papa Francisco dispuso que las invocaciones Marianas «Mater Misericordiae», «Mater Spei» y «Solacium migrantium» sean incorporadas a las letanías Lauretanas que se rezan al final del Santo Rosario.
El Venerable Arzobispo Fulton J. Sheen, con el fin de sugerir y brindar un medio práctico de orar por las misiones y misioneros del mundo entero, creó el Rosario Misionero. Cada decena del Rosario Misionero representa una parte del mundo donde misioneros continúan compartiendo La Buena Nueva de Jesús.
Esta fiesta fue instituida por el Papa san Pío V el 7 de Octubre, aniversario de la victoria obtenida en la Batalla naval de Lepanto (1571), atribuida a la Madre de Dios, invocada por la oración del Rosario.
A más de cien años de la aparición de la Santísima Virgen María en Fátima con «el milagro del sol» y con su bendición luminosa, la de San José y del Niño Jesús, recordemos el pedido que Nuestra Señora nos dejó aquel día: «Continúen rezando el Rosario todos los días».
Ten siempre presente que el Santo Rosario es un arma muy poderosa. Rezándolo con esta certeza de fe, obtenemos abundantes gracias a través de las manos de María.