¿Quién te dió autoridad para hacer apostolado?
(Marcos 11, 27-33) «¿Con qué autoridad haces todo esto? ¿Quién te ha dado autoridad para actuar así?»
(Marcos 11, 27-33) «¿Con qué autoridad haces todo esto? ¿Quién te ha dado autoridad para actuar así?»
(Mateo 25, 1-13) «Llegó el esposo; y las que estaban prontas, entraron con él a las bodas, y se cerró la puerta. Después llegaron las otras vírgenes y dijeron: “¡Señor, señor, ábrenos!” Pero él respondió y dijo: “En verdad, os digo, no os conozco”. Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora”.».
(Mateo 22, 15-21) Entonces les dijo: «Dad, pues, al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios». Oyendo esto, quedaron maravillados, y dejándolo se fueron.
(Mateo 22, 15-21) «Mostradme la moneda del tributo. Y le presentaron un denario. Preguntóles: “¿De quien es esta figura y la leyenda?” Le respondieron: “del César”. Entonces les dijo: “Dad, pues, al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”».
(Mateo 6, 24-34) «Buscad, pues, primero el reino de Dios y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura. Nos os preocupéis, entonces, del mañana. El mañana se preocupará de sí mismo. A cada día le basta su propia pena»
(Mateo 10, 26-33) «A todo aquel que me confiese delante de los hombres, Yo también lo confesaré delante de mi Padre celestial; mas a quien me niegue delante de los hombres, Yo también lo negaré delante de mi Padre celestial».
(Marcos 12, 28-34) «Oye, Israel, el Señor nuestro Dios, un solo Señor es. Y amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con toda tu fuerza»
(Marcos 12, 18-27) «¿No erráis, acaso, por no conocer las Escrituras ni el poder de Dios? Porque, cuando resuciten de entre los muertos, no se casarán (los hombres), ni se darán en matrimonio (las mujeres), sino que serán como ángeles en el cielo»
Hoy en día sufrimos una avalancha de ruido, ¡y mucha contaminación acústica! No es que el ruido sea malo en sí, pero es verdad que el corazón, la mente y el alma del hombre anhelan momentos de silencio. Ahora que nos adentramos en el Adviento, es un buen momento para aprender a cultivar el silencio.
San Agustín, siguiendo a San Pablo nos enseña que, así como Cristo es la cabeza de la Ciudad de Dios y el demonio es cabeza de la ciudad terrena, del mismo modo hay dos pueblos: el de los hombres que ponen su fin en la tierra esperando todo de ella, y el de los hombres que todo lo esperan del espíritu. Los que tienen su corazón en la tierra y los que lo tienen en las cosas del cielo.
La excelencia soberana de la caridad consta en las fuentes mismas de la divina revelación. Lo dice expresamente San Pablo: Ahora permanecen estas tres cosas: la fe, la esperanza, la caridad; pero la más excelente de ellas es la caridad.
(Lucas 11, 1-13) «Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá. Porque quien pide, recibe; quien busca, encuentra, y al que toca, se le abre»
El patrono de los abogados, es un ejemplo de integridad moral. Es un santo, un mártir del siglo XVI. Sin embargo, a menudo el sólido ejemplo de paternidad de Tomás Moro no recibe el reconocimiento ni la importancia merecida.
Es notorio cómo José estaba siempre a la escucha, no aferrándose a sus iniciativas sino pendiente de la Voluntad de Dios para cada situación. Su apertura, docilidad y obediencia a Dios fue lo que permitió que llegaran a plenitud los planes… para los inicios de la Redención.
(Mateo 5, 1-12) «Dichosos serán ustedes, cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos»
Nuestro Señor Jesucristo nos dio un claro de ejemplo de que nunca debemos de cansarnos de pedir a Dios aquello que necesitamos pues él, siendo hijo de Dios, rogaba frecuentemente al Padre.
La idea de que Dios no castiga está fundada en una mala comprensión del significado de la palabra «castigo».
(Juan 3, 16-18) «Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único»
La creencia de todos los pueblos sólo puede tener su origen en Dios mismo, que se ha dado a conocer, desde el principio del mundo, a nuestros primeros padres, o en el espectáculo del universo, que demuestra la existencia de Dios, como un reloj demuestra la existencia de un relojero.