Preparemos el corazón para la venida de Cristo
(Lucas 21, 25-28. 34-36) «Velad, pues, y no ceséis de rogar para que podáis escapar a todas estas cosas que han de suceder, y estar en pie delante del Hijo del hombre»
(Lucas 21, 25-28. 34-36) «Velad, pues, y no ceséis de rogar para que podáis escapar a todas estas cosas que han de suceder, y estar en pie delante del Hijo del hombre»
(Juan 1, 6-8. 19-28) Le dijeron entonces: «¿Quién eres tú? para que demos una respuesta a los que nos han enviado. ¿Qué dices de ti mismo?» Él dijo: «Yo soy la voz de uno que dama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías».
(Marcos 1, 1-8) «Viene en pos de mí el que es más poderoso que yo, delante del cual yo no soy digno ni aun de inclinarme para desatar la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero Él os bautizará con Espíritu Santo».
El P. Castellani veía en el olvido de la Parusía una de las causas principales de la descristianización: Apenas se predica ya sobre el Adviento definitivo de Cristo. Tema que está en el centro de nuestra fe y de nuestra esperanza. Mucha falta nos hace recordar sobre esta gran verdad.
Nos toca vivir tiempos difíciles, pero no por ello debemos abandonar las prácticas católicas de este precioso tiempo litúrgico. La Navidad debe llenarnos de esperanza y alegría por la llegada del Salvador, pero también debe hacernos capaces de contemplar en el pesebre de Belén el misterio de Dios que se hace hombre para redimir a la humanidad.
(Mateo 11, 2-11 ) Juan, al oír en su prisión las obras de Cristo, le envió a preguntar por medio de sus discípulos: “¿Eres Tú «El que viene», o debemos esperar a otro?”
El adviento es un tiempo en que la Iglesia en su liturgia se prepara para la celebración del misterio de la Encarnación del Señor; Dios viene y se acerca para nuestra salvación. Además el adviento tiene otras connotaciones pues, deja de ser sólo un acontecimiento conmemorativo, para hacerse actual y lanzarnos también hacia la meta definitiva de nuestra salvación. Una Catequesis que habla sobre los cuatro Domingos del Adviento.
En el Adviento nos preparamos para la Navidad y la segunda venida de Cristo al mundo, cuando volverá como Rey de todo el Universo. Este tiempo litúrgico es un período privilegiado para los cristianos ya que nos invita a recordar el pasado, nos impulsa a vivir el presente y a preparar el futuro.
Hoy en día sufrimos una avalancha de ruido, ¡y mucha contaminación acústica! No es que el ruido sea malo en sí, pero es verdad que el corazón, la mente y el alma del hombre anhelan momentos de silencio. Ahora que nos adentramos en el Adviento, es un buen momento para aprender a cultivar el silencio.
El Adviento, es un tiempo de preparación y que mejor que prepararnos acompañados de San José. Dejémonos «contagiar» por el silencio de San José. Es muy necesario, en un mundo demasiado ruidoso, que no favorece el recogimiento.
Un nuevo año litúrgico se acerca y con él el tiempo de preparación para la llegada del salvador, un tiempo de espera y preparación, pero ¿Cómo debemos vivirlo?
El tema de la predicación del Bautista fue: «¡Reformen sus vidas!». Él desafió a sus oyentes a enderezar las partes torcidas de sus vidas y a derribar las montañas de sus maldades para que estuvieran en estado de gracia cuando el Mesías aparezca.
Aunque la fecha de la vuelta de Cristo es indefinida, se nos han hecho saber los signos que la precederán. A ellos pertenecen: la predicación del Evangelio en todo el mundo, la conversión del pueblo judío, penalidades y tribulaciones de la Iglesia, la aparición del anticristo y el caos de la creación.
Así como todos los astros están siempre girando en torno al Sol, como una corona que lo rodea y se mueve constantemente para hablar de su grandeza; así cada bautizado tiene que estar cerca del Señor para que, alrededor suyo, se cumpla el propósito de la existencia humana: amar, adorar y servir a su Señor, «el Sol que nace de lo alto».
El árbol de Navidad representa ese árbol que nace y que con el tiempo madurará en un gran árbol del cual saldrá la cruz que tal como nos recuerda la liturgia del Viernes Santo: «Cruz amable y redentora, árbol noble y espléndido , ningún árbol fue tan rico ni en frutos ni en flor». Simbólicamente el árbol de Navidad nos recuerda la redención.
La Corona de Adviento, cuyas cuatro luces se encienden progresivamente, domingo tras domingo hasta la Solemnidad de la Navidad, hace memoria de las diversas etapas de la historia de la salvación antes de Cristo y es símbolo de la luz profética que iba iluminando la noche de la espera, hasta el amanecer del Sol de justicia.
A diferencia de la primera venida, la segunda será absolutamente visible para toda la creación y en todo el esplendor de su gloria: «Como el relámpago que sale del oriente y brilla hasta el occidente, así será la Venida del Hijo del hombre» (Mt 24, 27).
El Adviento es el período de preparación para celebrar la Navidad y comienza cuatro domingos antes de esta fiesta.