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Confidentes del Sagrado Corazón de Jesús: Beata María del Divino Corazón de Jesús

Esta monja alemana vivió los treinta y seis años de su vida como un continuado acto de amor y reparación al Divino Corazón de Jesús, objeto de su adoración y adhesión continuas. Para ella la devoción al Corazón de Cristo era una forma perfecta de vivir la fe, y en esta devoción destacaba singularmente la consagración al Corazón divino, entrega mediante la cual Cristo se hace dueño de los corazones y reina en ellos. Motivo gracias a sus cartas, a pedido del mismo Jesucristo, a que el Papa León XIII, consagrara el mundo al Sagrado Corazón de Jesús.
Beata María del Divino Corazón de Jesús

María Droste zu Vischering nació ya marcada por la predilección divina, pues su nacimiento fue el 8 de setiembre de 1863, en la Fiesta de la Natividad de la Virgen María. Pero fue un nacimiento doble pues su madre tuvo mellizos, ella y su hermano Max. Sería el segundo nacimiento de una familia noble alemana que crió a sus diez hijos en una profunda fe y devoción. María era muy enérgica y voluntariosa, lo que puso de manifiesto ya desde su más temprana edad. Se la describe como una niña muy vivaz, casi impetuosa, con explosiones impulsivas que denotaban una fuerte voluntad propia. Ella misma escribirá que tuvo que aprender a dominar su carácter. En contrapartida, poseía un corazón profundamente sensible y una gran delicadeza de espíritu, que hacían de ella una persona muy generosa para con los demás. Su sentido de la responsabilidad la llevaba a ser coherente hasta el final en todo lo que emprendía. Su infancia la pasó en el castillo familiar de Darfeld en un entorno doméstico tradicional impregnado de dignidad, de sentido del deber, de afabilidad y de piedad. Era una excelente intérprete del piano. 

Recibe junto con su hermano, la primera comunión, el primer encuentro eucarístico con su amado, el 25 de abril de 1975. Ella narra en un autobiografía con relación a ese día: «Esperé en ese día la gracia de la vocación religiosa, pero fue en vano…» Pero los tiempos de Dios a veces son para nosotros misteriosos y el 8 de julio de ese mismo año, día en que recibía el sacramento de la Confirmación, recibe junto con la plenitud del Espíritu Santo, la vocación religiosa. Vocación confirmada unos años después, cuando en un sermón sobre «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma» (Mc 12, 30), dice «En ese momento pensé: ¡Tengo que llegar a ser religiosa! Hubiera preferido que mis oídos no lo hubieran escuchado, pero es imposible resistirse a la voz de Dios.»

Beata del Sagrado Corazon de Jesus - Confidentes del Sagrado Corazón de Jesús: Beata María del Divino Corazón de Jesús

El 8 de agosto de 1880, día de Nuestra Señora de las Nieves y aniversario de bodas de sus padres, comunica a estos, su decisión de hacerse religiosa. Decisión que estos reciben con agrado y la apoyan. Su padre sin embargo, pide que espere hasta la mayoría de edad, esto es en la época, hasta los 21 años. María aprovecha este tiempo para profundizarse en la oración y en algunos estudios como el latín. En ese tiempo frecuenta el internado, de las Religiosas del Sagrado Corazón de Riedenburg. Para ella se trató de un período de grandes gracias del cielo, pero sobre todo, de afianzamiento de su vocación, al ver el ejemplo de la vida de las religiosas y de incremento de su devoción al Corazón de Jesús (la cual había recibido un gran impulso cuando en la Pascua de 1876 había viajado a París con sus padres y orado como peregrina al pie de la capilla consagrada a Él en Montmartre y que debía dar lugar a la grandiosa iglesia del Sacré Coeur). Escribe al respecto: «En Riedenburg he aprendido a entender que el amor al Sagrado Corazón de Jesús sin espíritu de sacrificio es sólo una vana presunción». También se acrecentó su devoción mariana, habiendo entrado a formar parte de la pía unión de las Hijas de María el 8 de diciembre de 1880. En el año 1883 hace ya un voto privado de castidad, guardándose enteramente a Cristo. Esto después de escuchar, en una alocución interna, la voz de Jesús que le decía: «Tú serás la esposa de Mi Corazón».

Después de un fallido ingreso a un convento en el que no dura mucho tiempo, por las dificultades que planteaba su débil salud, ingresa finalmente el 21 de noviembre de 1888 en el Convento del Buen Pastor en Münster, respondiendo a una inspiración del Sagrado Corazón: «De repente, estando en la iglesia parroquial de Darfeld, preparándome para la confesión, mientras esperaba mi turno, me vino, como un relámpago, este pensamiento: “Debes entrar en el Buen Pastor”, y fue para mí tan claro y preciso que desde aquel momento no tuve ya ninguna duda». 

El día 10 de enero de 1889 tomaba el santo hábito y comenzaba el noviciado. No le cambiaron su nombre bautismal de María pero añadieron al mismo el gran amor de su alma: el Divino Corazón de Jesús. Ese mismo día y según algunos biógrafos en el mismo horario, en Lisieux, Francia, también recibía los sagrados hábitos, Santa Teresa del Niño Jesús y de la Sagrada Faz,  la tan querida Teresita de Lisieux

«Nunca pude separar la devoción al Corazón de Jesús de la devoción al Santísimo Sacramento, y nunca seré capaz de explicar cómo y cuánto el Sagrado Corazón de Jesús se dignó favorecerme en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía.»

Cinco años más tarde es enviada a una nueva casa en Portugal, y en 1984 es elegida como superiora de las hermanas de Oporto, también en Portugal. Muy pronto quedaron claras sus dotes como administradora y su firmeza como superiora. El buen orden, la regularidad, la eficiencia fueron siempre compañeros de su mandato. Pero sobre todo imprimió un clima de espiritualidad y fervor religioso que facilitó la labor que la casa quería llevar adelante. Logró con exquisita caridad tener las mejores relaciones con el entorno social y con la comunidad católica de Oporto, cuyo clero y autoridades religiosas enseguida estimaron a sor María y apoyaron la labor importante que realizaba su casa. Fue gran devota de San José, quien en numerosísimas ocasiones acudió a sus pedidos cuando los recursos mermaban en el convento bajos su dirección. 

Siempre tuvo una especial devoción al Sagrado Corazón, sobre ello decía «Nunca pude separar la devoción al Corazón de Jesús de la devoción al Santísimo Sacramento, y nunca seré capaz de explicar cómo y cuánto el Sagrado Corazón de Jesús se dignó favorecerme en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía».

El 4 de junio de 1897, fecha en que se inauguró en el Buen Pastor de Oporto la práctica solemne de los primeros viernes de mes, recibió el primer encargo del Señor de escribir a León XIII para consagrar el mundo a su Corazón Sacratísimo. María lo confió a su confesor, Don Teotonio Emanuele Ribeira Vieira de Castro, vicerrector del seminario diocesano de Oporto y futuro arzobispo de Goa, diciéndole que Dios dejaba a su criterio la oportunidad de escribir una carta al Santo Padre. Por prudencia y a la espera de señales más claras, el buen sacerdote no dio su consentimiento. El 7 de abril de 1898, Jueves Santo, la Madre Droste zu Vischering tuvo otra manifestación en la que Jesucristo volvía a pedirle que escribiera al Papa. Pocas semanas después, el 25 de abril, día de las Letanías Mayores, su salud se agravó súbitamente, permaneciendo varios días entre la vida y la muerte. A sus instancias, el confesor accedió esta vez a que escribiera la carta, que fue enviada el 10 de junio a Roma. León XIII quedó muy impresionado, pero de momento no hizo nada. A la monja bastó saber que el Romano Pontífice la había recibido, de lo cual fue informada por el abad primado de la orden benedictina, que había servido de intermediario. Ella se sometía a la obediencia y dejaba todo en manos de su Divino Esposo.

El 2 de diciembre, primer viernes de mes, Nuestro Señor volvió a abordar el tema de la consagración, aunque sin pedir nada, pero el 7 siguiente, festividad de San Ambrosio fue muy explícito: María debía escribir nuevamente al Papa pidiéndole la consagración del género humano a su Corazón Divino. Ella le objetó dulcemente que la primera vez ya le había costado obtener el permiso de su confesor y que pensaba que ahora no se lo daría en absoluto. Le fue respondido que confiara. Don Teotonio, a la grata sorpresa de su dirigida, no puso ninguna objeción y la carta fue escrita el día de la Inmaculada de 1898, es decir, al siguiente de la tercera instancia del Corazón de Jesús. Sin embargo, el confesor no permitió que fuera despachada hasta el día 6 de enero de 1899, en la fiesta de la Epifanía (ya conocemos la devoción de María por los Reyes Magos).

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Esta vez el tiro dio en el blanco. El 15 de enero la carta llegó a manos de León XIII, que quedó más impresionado si cabe que con la anterior. En seguida encargó al cardenal Domenico Maria Jacobini que se informara a través del nuncio en Portugal que obtuviese informes sobre la Madre Droste zu Vischering, «de la que se dice que es santa y tiene comunicaciones celestiales». Los informes no pudieron ser más favorables y, a raíz de la difícil operación a la que fue sometido y cuyo feliz e inesperado éxito atribuyó él mismo al Corazón de Jesús, el Papa decidió el 25 de marzo hacerle la consagración del género humano y no sólo de la Iglesia (tal y como lo había señalado en su carta religiosa). El 2 de abril firmó el decreto aprobando las letanías del Sagrado Corazón y mandando que se cantasen en el triduo de preparación al acto consagratorio. El 18 de mayo, León XIII recibía en audiencia a los padres de María, dándoles un mensaje de bendición para ella. El 25 de mayo se publicaba la Encíclica Annum Sacrum, que fijaba la consagración para el 11 de junio, domingo siguiente a la solemnidad del Corazón de Jesús. El Santo Padre dispuso que se le enviaran dos ejemplares del documento a la que había sido el instrumento del cielo para llevar a cabo el trascendental acto.

Parte de la Encíclica decía: «Puesto que el Sagrado Corazón es el símbolo y la imagen sensible de la caridad infinita de Jesucristo, caridad que nos impulsa a amarnos los unos a los otros, es natural que nos consagremos a este corazón tan santo. Obrar así, es darse y unirse a Jesucristo, pues los homenajes, señales de sumisión y de piedad que uno ofrece al divino corazón, Son referidos realmente y en propiedad a Cristo en persona».

María tuvo el inmenso consuelo de leer la encíclica por la prensa, que la publicó el 2 de junio, pero aún tuvo tiempo de ver los ejemplares enviados por el Papa, que llegaron a sus manos la mañana del 8 de junio, cuando se hallaba ya en sus últimos momentos debido a un agravamiento definitivo e irreversible de su enfermedad.

Exhaló el último suspiro pasadas las 3 de la tarde de ese día, en las primeras vísperas de la solemnidad del que había sido el objeto de su amor y entrega y cuya confidente y mensajera fiel había sido. Dos días después fue enterrada en el cementerio de Oporto, con gran concurso de clero, pueblo y autoridades. Al día siguiente, León XIII hacía realidad, en la Capilla Paulina del Palacio Apostólico, el deseo del Sagrado Corazón y María podía asistir desde el cielo a la consagración por la que tanto se había prodigado. Después del regular proceso canónico comenzado simultáneamente en Oporto, Angers y Münster, fue beatificada por Pablo VI, el 1º de noviembre del año santo 1975, María del Divino Corazón, condesa Droste zu Vischering, una de los grandes apóstoles del corazón de Jesús.

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