3 de mayo, en Paraguay – Fiesta de la Santa Cruz
Santa Elena murió rogando a todos los que creen en Cristo que celebraran la conmemoración del día en que fue encontrada la Cruz, el tres de mayo.
Santa Elena murió rogando a todos los que creen en Cristo que celebraran la conmemoración del día en que fue encontrada la Cruz, el tres de mayo.
Una exhortación de San Josemaría Escrivá para amar y santificar lo que hacemos día a día. «El trabajo en sí mismo no es una pena, ni una maldición o un castigo: quienes hablan así no han leído bien la Escritura Santa», nos enseña el Santo.
La Fiesta de la Divina Misericordia tiene como fin principal hacer llegar a los corazones de cada persona el siguiente mensaje: Dios es Misericordioso y nos ama a todos. «…y cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho que tiene a Mi misericordia» (Diario, 723).
«Yo, la Hermana Faustina, por orden de Dios, he visitado los abismos del Infierno, para poder hablar a las almas sobre esto y para poder dar testimonio de su existencia. He recibido el mandato de Dios de dejarlo por escrito». Una experiencia aterradora narrada en primera persona por Sor Faustina Kowalska para que seamos conscientes de las consecuencias de nuestras acciones.
«A las almas que propagan la devoción a Mi misericordia, las protejo durante toda su vida como una madre cariñosa a su niño recién nacido y a la hora de la muerte no seré para ellas el Juez, sino el Salvador Misericordioso» (Diario, 1075).
Instrucciones que se convirtieron en el arma de Sor Faustina en la lucha contra el maligno.
Nuestro Señor Jesucristo encomendó a Sor Faustina Kowalska adorar la hora de su muerte: «Cuántas veces oigas el reloj dando las tres, sumérgete en Mi misericordia, adorándola y glorificándola (…)»
Ésta es nuestra gran fiesta nos alegramos porque nos ha justificado su gracia, pues fue entregado por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación- explica San Agustín – en uno de sus Sermón sobre la Resurrección.
Durante el tiempo pascual, la Iglesia Universal se une en la oración del Regina Coeli o Reina del Cielo.
La Pascua, tiempo de alegría y gozo. Es la Pascua de Cristo, del Señor, que ha pasado de la muerte a la vida, a su existencia definitiva y gloriosa. Aquí le presentamos unas preguntas que lo ayudarán a entender este gran misterio que celebramos con júbilo.
Ya Cristo resucitado al día siguiente al sábado, en el Día del Señor, los cristianos, durante siete semanas, hasta Pentecostés, celebramos la Cincuentena de Gracias a la Encarnación del Hijo divino, a su pasión y resurrección como «un gran domingo» (San Atanasio), como «un domingo continuado», imagen de la vida celestial.
El tiempo de Pascua, es un tiempo para recoger las gracias, los regalos que Dios nos da por medio de su Gloriosa Resurrección.
«Durante el Sábado santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y su muerte, su descenso a los infiernos y esperando en oración y ayuno su resurrección» (Circ 73).
El Tiempo de Pascua se inicia el Domingo de Resurrección y se extiende por cincuenta días. El último de éstos se celebra la Solemnidad de Pentecostés. Te presentamos un resumen de las principales indicaciones litúrgicas de este tiempo.
Reflexiones sobre la Noche de Pascua: “De qué nos serviría haber nacido, si no hubiéramos sido rescatados”.
¡Oh admirable poder de la cruz! ¡Oh inefable gloria de la pasión! En ella está el tribunal del Señor, el juicio del mundo y el poder del crucificado.
Un joven preguntó: “¿Por qué el crucifijo está en el centro del templo cuando tenemos al Sagrario?” Un anciano le respondió: “Porque aquel sagrario no hubiese estado ahí si Cristo no hubiera muerto en la cruz”.
«Cuando contemples a Cristo en su Pasión, en el Huerto de los Olivos, en el pretorio o en la Cruz, recuerda que está cargando con tus pecados concretos, los tuyos, los de cada uno de los días de tu vida, y que esa carga es más pesada que el madero mismo que tuvo que llevar sobre sus hombros. ¡Recuérdalo y llora! » (Bruno M.).
Las Siete Palabras son expresiones dichas por Cristo en su agonía en la Cruz. Jesucristo es la primera y eterna palabra de Dios; por eso cada una de sus palabras están revestidas de eternidad. “El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán.” (Mateo 24:35).
Tristeza, angustia, rodillas temblorosas, traición, abandono de los amigos, burlas, salivazos, puñetazos, caídas, dolor… todo esto lo sufrió Nuestro Señor Jesucristo en su dolorosa pasión y pudo ser contemplado en una visión mística por la Beata Ana Catalina Emerich, cuyos escritos nos ayudan a meditar en este gran misterio de la redención humana.