Pecados que se han de evitar, sus raíces y consecuencias
Todos estos gérmenes de muerte debe el hombre no sólo moderar sino mortificar. La práctica generosa de la mortificación dispone al alma a otra más profunda purificación que Dios Mismo realiza, con el fin de destruir totalmente los gérmenes de muerte que todavía subsisten en nuestra sensibilidad y en nuestras facultades superiores.