Cómo Jesús sigue estando presente en el mundo
(Mateo 9, 35—10, 1. 5a. 6-8) «La mies es grande, mas los obreros son pocos. Rogad pues al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies»
(Mateo 9, 35—10, 1. 5a. 6-8) «La mies es grande, mas los obreros son pocos. Rogad pues al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies»
(Marcos 16, 15-20) «Id por el mundo entero, predicad el Evangelio a toda la creación. Quien creyere y fuere bautizado, será salvo; mas, quien no creyere, será condenado»
(Mateo 25, 31-40) «Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis»
(Mateo 20, 1-16) «¿Por qué estáis allí todo el día sin hacer nada?»
(Lucas 10, 1-9) “La cosecha es mucha y los trabajadores pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos. Pónganse en camino; yo los envío como corderos en medio de lobos”
(Mateo 10, 17-22) «Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará»
(Lucas 10, 1-9) En toda casa donde entréis, decid primero: «Paz a esta casa». Y si hay allí un hijo de paz, reposará sobre él la paz vuestra; si no, volverá a vosotros.
Mucho antes de que existieran parroquias y diócesis y el Vaticano y otras estructuras institucionales, existía este grupo de hombres y mujeres que estaban tan abrumados y llenos de energía por el hecho de la Resurrección que dieron la vuelta al mundo y a la muerte con el mensaje de Cristo. Pero, ¿Cómo predicaban estos hombres que cautivaban tanto a sus oyentes?
Las tierras del lejano Oriente conocieron la figura de Cristo gracias al sobrehumano esfuerzo apostólico de San Francisco Javier. Su
«Id y enseñad a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñadlas a observar todas las cosas que os he mandado» (Mateo 28, 19-20). ¿Cómo quedar inactivos ante el mandato supremo del Señor? Si las misiones están en el corazón de Jesucristo, para el cristianismo la obra misional constituye un asunto de honor. Salgamos pues a las calles a invitar a todos al banquete de los cielos.
Hace más de quinientos años que el nombre de Cristo fue pronunciado en América y cada vez que miro las selvas que aún quedan en nuestro país, pienso y medito, ¡qué grande fueron sus apóstoles! Ellos, sorteando toda suerte de dificultades, plantaron por primera vez la cruz en estas tierras.
El anuncio del evangelio requiere obreros que realicen el mandato de nuestro Señor Jesucristo: «Id y enseñad a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».
La vida espiritual del catequista se centra en una profunda comunión de fe y amor con la persona de Jesús que lo ha llamado y lo envía. La manera más adecuada para alcanzar ese alto grado de madurez interior es una intensa vida sacramental y de oración.
Al contrario de lo que nos enseñaron en las instituciones educativas, de que algunas fuerzas coloniales sólo buscaban «saquear recursos», los españoles levantaron ciudades, estructuras y aportaron tecnología en beneficio de todos. Fueron 4 siglos de cultura, ciencia y civilización.
Una mera bendición sacerdotal, aun en tierras paganas de idolatría y satanismo, destruye las obras de los demonios, que huyen espantados como quien huye del fuego. Este es el Testimonio del Padre Federico, Misionero en el Malawi, sobre la bendición sacerdotal en tierras paganas de idolatría y satanismo, que destruye las obras de los demonios.
«Vayan por todo el mundo y proclamen la Buena Nueva a toda la creación» es el mandato supremo del Señor a todos los bautizados. Todos estamos llamados a ser misioneros, cada uno según su situación, talentos y posibilidades. Y no necesitamos viajar para participar en una misión. Consideremos que santa Teresita, santa patrona de los misioneros, ¡nunca salió de su convento!
Desde el 21 de diciembre 2014, la Diócesis de Ciudad del Este cuenta con un nuevo Obispo: Mons. Guillermo Steckling.