Buscar

Santa Cecilia, Virgen y Mártir

(Mateo 25, 1-13) Mas a medianoche se oyó un grito: «¡He aquí al esposo! ¡Salid a su encuentro!» Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas.

Evangelio según san Mateo 25, 1-13

“En aquel entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes, que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo. Cinco de entre ellas eran necias, y cinco prudentes. Las necias, al tomar sus lámparas, no tomaron aceite consigo, mientras que las prudentes tomaron aceite en sus frascos, además de sus lámparas.

Como el esposo tardaba, todas sintieron sueño y se durmieran. Mas a medianoche se oyó un grito: “¡He aquí al esposo! ¡Salid a su encuentro!” Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas. Mas las necias dijeron a las prudentes: “Dadnos de vuestro aceite, porque nuestras lámparas se apagan”. Replicaron las prudentes y dijeron: “No sea que no alcance para nosotras y para vosotras; id más bien a los vendedores y comprad para vosotras”.

Mientras ellas iban a comprar, llegó el esposo; y las que estaban prontas, entraron con él a las bodas, y se cerró la puerta. Después llegaron las otras vírgenes y dijeron: “¡Señor, señor, ábrenos!” Pero él respondió y dijo: “En verdad, os digo, no os conozco”. Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora”.

***

Santa Cecilia, Virgen y Mártir

Martirologio Romano: Memoria de Santa Cecilia, virgen y mártir, que, según la tradición, consiguió la doble palma por amor a Jesucristo, en el cementerio de Calixto, en la vía Apia de Roma.

Cecilia, noble y rica, iba todos los días a la Misa celebrada por el Papa Urbano en las catacumbas próximas a la Vía Apia, y una multitud de pobres la esperaban porque conocían su generosidad. En el día de su boda con Valeriano, mientras el órgano tocaba, ella cantaba en su corazón: «solamente para el Señor» (de este pasaje de su Pasión tuvo origen el patrocinio de Cecilia sobre la música sagrada); después, llegada la noche, la joven le dijo a Valeriano: «Ninguna mano profana puede tocarme, porque un ángel me protege. Si tú me respetas, él te amará, como me ama a mí».

Al contrariado esposo no le quedó otro remedio que seguir el consejo de Cecilia, hacerse instruir y bautizar por el Papa Urbano y después compartir el mismo ideal de pureza de la esposa, recibiendo en recompensa su misma gloria: la palma del martirio, al que por gracia divina se asoció también el hermano de Valeriano, Tiburcio.

Cecilia fue condenada a la decapitación, pero los tres poderosos golpes del verdugo no lograron cortarle la cabeza: esto se debió a que, según el relato, Cecilia había pedido al Señor la gracia de ver al Papa Urbano antes de morir.

En espera de esta visita, Cecilia pasó tres días en agonía, profesando su fe. No pudiendo decir ni una palabra, expresó con los dedos su credo en Dios Uno y trino.

También te puede interesar: Santa Cecilia: la primera santa de la historia con el cuerpo incorrupto

Por P. Ángel Amo

.

Esta homilía apareció por primera vez aquí el 22 de Noviembre de 2021.
[Ver todas las homilías] [Ver todos los cursos] [Podcast]

Facebook
Twitter
WhatsApp
Telegram
Email

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Carrito de compra

¡No dejes al padre hablando sólo!

Homilía diaria.
Podcast.
Artículos de formación.
Cursos y aulas en vivo.

En tu Whatsapp, todos los días.

×