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El orgullo y sus doce grados

«La soberbia es el principio de todo pecado.» (Ecles 10,15) Y, qué difícil será salvarse a los soberbios: «la soberbia es signo clarísimo de reprobación, mientras que la humildad lo es de predestinación» (San Gregorio Magno).
Los doce grados del orgullo

¿Grados del orgullo? Nos preguntamos al leer el título de este artículo, imaginándonos cómo sería la escala del gran «pecado de satanás» (Ezequiel 28,14-17).

La soberbia fue el pecado del ángel caído que no quiso servir a Dios hecho hombre. La soberbia fue el pecado de nuestros primeros padres: Quisieron ser autónomos, dueños absolutos de sus propias vidas, olvidaron su condición de criaturas y quisieron ser dioses. «La soberbia es el principio de todo pecado.» (Ecles 10,15) Y, qué difícil será salvarse a los soberbios: «la soberbia es signo clarísimo de reprobación, mientras que la humildad lo es de predestinación» (San Gregorio Magno).

En su blog, Archipiélago Ortodoxia, Jorge Soley nos habla sobre un extracto del libro de Ernest Hello, quien citando a San Bernando, habla sobre los grados del orgullo.

«No es infrecuente tener que escuchar aquella tontería de que la fe impide el pleno desarrollo de la capacidad de razonar. Se han llenado páginas y más páginas sobre el tema, demostrando que la realidad es justo lo contrario: la fe ilumina el intelecto y nos abre a perspectivas de conocimiento que sin ella no alcanzaríamos. No voy a insistir sobre ello. Me limitaré a compartir con ustedes lo que he descubierto en el libro de Ernest Hello, Fisonomías de santos , en el capítulo que el autor dedica a san Bernardo» expresa Soley.

Estos doce escalones, pueden llevarnos de manera inconsciente, desde rasgos casi triviales de orgullo, a las peores muestras de soberbia.

El autor descubre un ejemplo concreto de la hondísima penetración psicológica del santo. «Una fina penetración dedicada a sus monjes pero que se puede aplicar a todos los estados y situaciones y que parece, por cierto, escrita para nuestros días».

Estos doce escalones, pueden llevarnos de manera inconsciente, desde rasgos casi triviales de orgullo, a las peores muestras de soberbia. Los pasos tienden a construirse el uno sobre el otro, comenzando en la mente, moviéndose al comportamiento, y luego profundizando en actitudes

Ernest Hello hace referencia a un texto de San Bernardo, el «Tratado de los diversos grados de la humildad y el orgullo», y nos explica cuáles son los doce grados del orgullo. Veamos:

1. La curiosidad. La curiosidad se revela en miradas errantes y en una sed por conocer noticias inútiles. Hay una curiosidad sana, pero a menudo profundiza «donde no debería»: los asuntos de los demás, temas privados, situaciones pecaminosas, etc.

2. La ligereza de espíritu, como cuando «la excelencia de que alardea entrega al orgulloso a una alegría pueril».

3. La alegría inepta, que quiere ser admirada. «En el tercer grado del orgullo se encuentra el hombre entregado a una alegría no provechosa».

4. La jactancia: «si no hablara, reventaría… Se anticipa a las preguntas, contesta sin ser preguntado, él mismo se hace las preguntas y respuestas». ¡Qué fácil es conocer alguien así!

5. La singularidad: El amante de la singularidad adopta este lema: «Yo no soy como los demás hombres» (Lc 18, 2); su ambición es no ser, sino parecer mejor que los demás. «Durante las comidas pasea la mirada por las mesas y si ve a otro monje comer menos que él, se lamenta de ser aventajado: entonces va escatimándose lo que antes creía serle indispensable, pues teme más la pérdida de su gloria que los tormentos del hambre. Vela en las horas de dormir y duerme en el coro». Lo importante es ser diferente, singular.

6. La arrogancia: «no es que en lo que dice y hace crea ostentar su religiosidad, sino que sinceramente se tiene por el más santo de los hombres». Hello se admira aquí de la notable observación de San Bernardoes una arrogancia sincera, el orgulloso está convencido de que lo que se atribuye es verdadero.

7. La presunción: «Si el monje que llega al séptimo grado del orgullo no es elegido prior al venir la ocasión, dice que su abad tiene celos de él o que se ha engañado». Pueden cambiar prior por director, secretario general, ministro, arcipreste o el cargo que quieran.

8. Es cuando el hombre defiende sus falacias. Grado peligrosísimo, del que es muy difícil volver. Escribe San Bernardo: «Hasta este punto el orgulloso no ha hecho más que practicar el orgullo, pero al llegar aquí lo convierte en teoría. El mal parece bien». Una cosa es pecar, otra mil veces peor elaborar una teoría para demostrar que esa acción en realidad no es ningún pecado, sino algo bueno y meritorio. Las semejanzas con el segundo binario ignaciano son evidentes.

Comenta Hello: «Cuando las cosas cambian de nombre, cuando al hombre el mal le parece bien y el bien le parece mal, entonces va sumiéndose en un pecado más tenaz, frío, pesado, más difícil de curar». Hacer pasar el bien por mal y viceversa: lo que vemos a diario.

9. La confesión simulada: quien presentaba sus faltas como algo bueno ahora va incluso a exagerarlas. «Lejos de excusarse, exagera su falta». El colmo, pero algo bien lógico si se piensa.

10. La rebelión: El orgullo empieza a salirse realmente de control cuando uno se rebela directamente contra Dios y sus representantes legítimos. «El que antes se acusaba sin verdad y sin humildad, ahora arroja la máscara y desobedece abiertamente».

11. La «libertad» del pecado: «se ha roto toda traba» y uno se cree libre haciendo lo primero que le viene en gana.

12. La costumbre de obrar mal: El santo abad nos enseña que la impenitencia final es el único pecado realmente irremisible. «Llega la costumbre y entonces todo ha concluido».

En contrapartida, San Bernardo nos presenta «Los Doces Grado de Humildad»

San Bernardo de Claraval, el gran santo mariano, enumera los doce pasos hacia una humildad más profunda. Dice el Santo: «La humildad es una virtud que incita al hombre a menospreciarse ante la clara luz de su propio conocimiento. Esta definición es adecuada para quienes se han decidido a progresar en el fondo del corazón. Avanzan de virtud en virtud, de grado en grado, hasta llegar a la cima de la humildad. Allí, en actitud contemplativa, como en Sión, se embelesan en la verdad; porque se dice que el legislador dará su bendición. El que promulgó la ley, dará también la bendición; el que ha exigido la humildad, llevará a la verdad».


Veamos los Doces Grado de Humildad:

1.  Abstenerse por temor de Dios en todo momento de cualquier pecado.

2. No amar la propia voluntad.

3.  Someterse a los superiores con toda obediencia.

4.  Abrazar por obediencia y pacientemente las cosas ásperas y duras.

5. Esperar a ser preguntado para hablar.

6.  Confesar los pecados.

7.  Juzgarse indigno e inútil para todo.

8. No salirse de la norma común del monasterio.

9. Reconocerse como el más despreciable de todos.

10.  No ser de risa fácil.

11.   Expresarse con parquedad y juiciosamente sin levantar la voz.

12. Mostrar siempre humildad en el corazón y en el cuerpo, con los ojos clavados en tierra.

Si queremos rendir culto a Dios debidamente, abandonemos el ropaje de la soberbia, y revistámonos de la humildad: virtud que roba el corazón a Dios. Imitemos el ejemplo de María Santísima, la esclava del Señor, que por su humildad fue la criatura que más agradó al Señor. Siendo grande, se hizo pequeña, y por ello Dios la ensalzó sobre los cielos con la santidad más eximia. A ella nos encomendamos.

*IMAGEN: Los orgullosos en el purgatorio de La Divina Comedia de Dante Alighieri. El autor describe a las almas de los orgullosos, quienes han sido doblados por el peso de enormes piedras en sus espaldas.

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