San Alfonso María de Ligorio y la Virgen María

Toda la doctrina espiritual de San Alfonso está impregnada de un gran espíritu mariano. Este santo puso en la base de su mariología dos principios inspiradores, la maternidad divina de María y su participación en la obra de la Redención. En sus escritos, invita a los lectores a confiar siempre en el cuidado maternal de la Madre de Dios: “¡Bienaventurado el que siempre, en las batallas contra el infierno, invoca el hermosísimo nombre de María!”

La Santísima Virgen es mediadora entre Dios y el pecador

La Santísima Virgen es mediadora entre Dios y el pecador

Dice Benedicto XVI: «A la derecha de Cristo está asociada de modo singularísimo la Virgen María: uniendo su sí incondicional al de su Hijo Jesús y haciéndose con él obediente hasta el sacrificio… Por eso, Dios la exaltó por encima de toda criatura y Cristo la coronó Reina del cielo y de la tierra». Después de ese título, nada le es más agradable que el de abogada de los pecadores. María fue escogida Madre de Dios para que los pecadores obtuviesen su salud por la intercesión de su misericordia.

Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa

La Medalla Milagrosa: Historia y promesas

Nuestra Señora se apareció a Catalina Laboure y le dijo: «Haz que se acuñe una medalla según este modelo. Todos cuantos la lleven puesta recibirán grandes gracias. Las gracias serán más abundantes para los que la lleven con confianza».

El dogma de la Asunción de Nuestra Señora

El Dogma de la Asunción de Nuestra Señora

Luego de que concluyera la obra redentora de Nuestro Señor en la tierra, la Santísima Virgen María no quedó dormida en el sueño profundo de la muerte, sino que fue llevada en cuerpo y alma al cielo. Un episodio que debe llenarnos de alegría, pues es para nosotros una señal esperanzadora, ya que si somos fieles y pacientes como lo fue María, nuestra residencia también será el cielo.

Devoción al Inmaculado Corazón de María

Al venerar el Inmaculado Corazón de María honramos sus afectos, virtudes y méritos, su constante fortaleza, su eximia e inigualable santidad, y sobre todo a su ardoroso amor a Dios y a su Hijo Jesús, junto a su bondad materna para con los hombres redimidos por la sangre divina.

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