El ciego de Jericó
(Marcos 10, 46-52) Jesús le dijo: «¿Qué deseas que te haga?» El ciego le respondio: «¡Rabbuni, que yo vea!» Jesús le dijo: «¡Anda! tu fe te ha sanado»
(Marcos 10, 46-52) Jesús le dijo: «¿Qué deseas que te haga?» El ciego le respondio: «¡Rabbuni, que yo vea!» Jesús le dijo: «¡Anda! tu fe te ha sanado»
(Marcos 10, 46-52 ) Jesús le dijo: «¿Qué deseas que te haga?» El ciego le respondio: «¡Rabbuni, que yo vea!» Jesús le dijo: «¡Anda! tu fe te ha sanado»
Al igual que San José, Nuestra Señora estaba en todo Su esplendor pero a la derecha del sol, vestida con las túnicas azules y blancas de Nuestra Señora del Rosario.
(Marcos 7, 31-37) Y en el colmo de la admiración, decían: «Todo lo hizo bien: hace oír a los sordos, y hablar a los mudos»
(Mateo 17, 22-27) «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; y lo harán morir, y al tercer día resucitará»
(Juan 6, 1-15) Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Pedro, le dijo: «Hay aquí un muchachito que tiene cinco panes de cebada y dos peces. Pero ¿qué es esto para tanta gente?» Mas Jesús dijo: «Haced que los hombres se sienten».
(Mateo 9, 1-8) «¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: “Te son perdonados los pecados”, o decir: “Levántate y camina?” ¡Y bien! para que sepáis que tiene poder el Hijo del hombre, sobre la tierra, de perdonar pecados –dijo, entonces, al paralítico–: “Levántate, cárgate la camilla y vete a tu casa”»
(Mateo 8,1-4) Y he aquí que un leproso se aproximó, se prosternó delante de Él y le dijo: «Señor, si Tú quieres, puedes limpiarme». Y Él, tendiéndole su mano, lo tocó y le dijo: «Quiero, queda limpio», y al punto fue sanado de su lepra.
(Juan 6, 1-15) Se acomodaron, pues, los varones, en número como de cinco mil. Tomó, entonces, Jesús los panes, y habiendo dado gracias, los repartió a los que estaban recostados, y también del pescado, cuanto querían.
Santa Teresa de Jesús procuraba celebrar la fiesta de San José con toda la solemnidad que podía e inculcaba esta devoción a las demás hermanas del monasterio.
(Lucas 5, 12-16) «Señor, si Tú lo quieres, puedes limpiarme». Alargando la mano, lo tocó y dijo: «Quiero; sé limpiado»
(Marcos 6, 45-52) Mas Él, al instante, les habló y les dijo: «¡Animo! soy Yo. No tengáis miedo». Subió entonces con ellos a la barca, y se calmó el viento.
(Marcos 6, 34-44) «Y recogieron doce canastos llenos de los trozos y de los peces. Los que habían comido panes, eran cinco mil varones»
(Mateo 15, 21-28) ¡Qué grande es la fe de aquellos que confían intensamente en el Señor! porque saben que no serán defraudados.
(Mateo 14, 22-33) No mantener la constancia en la fe hace que dudemos y nos hundamos como Pedro.
(Mateo 14, 13-219) El Señor nos invita a ser desprendidos y dar a los demás aquello que poseemos, por más mínimo que sea.
Negar los milagros de Nuestro Señor es un ejercicio común del hombre moderno, que es incapaz de unir su razón con la fe en el Hijo de Dios.
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