Jesús actúa sin esconderse
(Lucas 14, 1-6) «¿Quién hay de vosotros, que viendo a su hijo o su buey caído en un pozo, no lo saque pronto de allí, aun en día de sábado?»
(Lucas 14, 1-6) «¿Quién hay de vosotros, que viendo a su hijo o su buey caído en un pozo, no lo saque pronto de allí, aun en día de sábado?»
(Lucas 13, 10-17) Al verla Jesús, la llamó y le dijo: «Mujer, queda libre de tu enfermedad». Y puso sobre ella sus manos, y al punto se enderezó y se puso a glorificar a Dios.
(Marcos 10, 46-52) Jesús le dijo: «¿Qué deseas que te haga?» El ciego le respondio: «¡Rabbuni, que yo vea!» Jesús le dijo: «¡Anda! tu fe te ha sanado»
(Marcos 10, 46-52 ) Jesús le dijo: «¿Qué deseas que te haga?» El ciego le respondio: «¡Rabbuni, que yo vea!» Jesús le dijo: «¡Anda! tu fe te ha sanado»
(Lucas 7, 11-17) Al verla, el Señor movido de misericordia hacia ella, le dijo: «No llores»
(Lucas 6, 6-11) «Os pregunto: ¿Es lícito, en sábado, hacer el bien o hacer el mal, salvar una vida o dejarla perder?»
(Marcos 7, 31-37) Y en el colmo de la admiración, decían: «Todo lo hizo bien: hace oír a los sordos, y hablar a los mudos»
(Mateo 17, 22-27) «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; y lo harán morir, y al tercer día resucitará»
(Mateo 9, 32-38) «La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos»
(Mateo 9, 1-8) «¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: “Te son perdonados los pecados”, o decir: “Levántate y camina?” ¡Y bien! para que sepáis que tiene poder el Hijo del hombre, sobre la tierra, de perdonar pecados –dijo, entonces, al paralítico–: “Levántate, cárgate la camilla y vete a tu casa”»
(Mateo 8,1-4) Y he aquí que un leproso se aproximó, se prosternó delante de Él y le dijo: «Señor, si Tú quieres, puedes limpiarme». Y Él, tendiéndole su mano, lo tocó y le dijo: «Quiero, queda limpio», y al punto fue sanado de su lepra.
(Lucas 7, 1-10 ) «Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo, por eso ni siquiera me consideré digno de salir a tu encuentro. Mándalo de palabra, y quede sano mi criado»
(Mateo 15, 21-28) «He ahí que una mujer cananea venida de ese territorio, dio voces diciendo: “¡Ten piedad de mí, Señor, Hijo de David! Mi hija está atormentada por un demonio”».
(Mateo 14, 22-33) «Pedro saliendo de la barca, y andando sobre las aguas, caminó hacia Jesús. Pero, viendo la violencia del viento, se amedrentó, y como comenzase a hundirse, gritó: “¡Señor, sálvame!”. Al punto Jesús tendió la mano, y lo tomó con fuerza diciéndole: “Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?”
(Lucas 11, 14-23) «Estaba Jesús echando un demonio, el cual era mudo. Cuando hubo salido el demonio, el mudo habló. Y las muchedumbres estaban maravilladas»
Más de 100 años se pasaron del Milagro del Sol y la aparición final de Nuestra Señora en Fátima. Los detalles de estos notables acontecimientos son muy poco conocidos, incluso entre los católicos. En este artículo queremos destacar el papel tan olvidado de San José durante aquel trascendental evento.
(Juan 6, 1-15) Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Pedro, le dijo: «Hay aquí un muchachito que tiene cinco panes de cebada y dos peces. Pero ¿qué es esto para tanta gente?» Mas Jesús dijo: «Haced que los hombres se sienten».
Santa Teresa de Jesús procuraba celebrar la fiesta de San José con toda la solemnidad que podía e inculcaba esta devoción a las demás hermanas del monasterio.
(Mateo 14, 13-21) El Señor nos invita a ser desprendidos y dar a los demás aquello que poseemos, por más mínimo que sea.