Dios es compasivo con nosotros

(Mateo 15, 29-37) «Me da lástima de estas gentes, porque hace ya tres días que no se apartan de Mí, y ya no tienen qué comer. No quiero despedirlas en ayunas, no sea que les falten las fuerzas en el camino»

Evangelio según San Mateo 15, 29-37

Partiendo de allí, Jesús llegó al mar de Galilea, subió a la montaña y se sentó. Y vinieron a Él turbas numerosas, llevando cojos, lisiados, ciegos, mudos y muchos otros, y los pusieron a sus pies, y Él los sanó. De modo que el gentío estaba maravillado al ver los mudos hablando, sanos los lisiados, cojos que caminaban, ciegos que veían; y glorificaba al Dios de Israel.

Entonces, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: “Me da lástima de estas gentes, porque hace ya tres días que no se apartan de Mí, y ya no tienen qué comer. No quiero despedirlas en ayunas, no sea que les falten las fuerzas en el camino”. Los discípulos le dijeron: “¿De dónde procurarnos en este desierto pan suficiente para saciar a una multitud como ésta?” Jesús les preguntó: “¿Cuántos panes tenéis?” Respondieron: “Siete, y algunos pececillos”.

Entonces mandó a la gente acomodarse en tierra. Luego tomó los siete panes y los peces, dio gracias, los partió y los dio a los discípulos, y los discípulos a la gente. Y todos comieron y se saciaron, y levantaron lo sobrante de los pedazos, siete canastos llenos.

Esta homilía apareció por primera vez aquí el 30 de Noviembre de 2021.
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Homilía con el Padre Miguel Martínez

Dios tiene compasión de nosotros, ciertamente compasión, en tanto que no se ha compadecido remotamente o de lejos de nosotros, procurando hacer empatía como la que solemos practicar con los demás, como ponernos con los afectos o pensamientos en el lugar de otros. Dios no sintió compasión de lejos; además, se hizo uno de nosotros. Tal fue su compasión que se hizo igual a nosotros. ¿Qué otra compasión podía haber? ¿Qué otro hombre pudo haber practicado la compasión así como lo hizo Dios? Ninguno.

Nuestra compasión generalmente se limita a dar alguna ayuda, y muy pocas veces, salvo aquellos misioneros, héroes y personas con caridad extraordinaria que reflejan a Jesucristo, se pone estrictamente en el lugar del otro. Dios, en cambio, nos tuvo tal compasión que vino a vivir con nosotros, a ser uno más de nosotros. Por eso, nunca debemos pensar: «¿Será que Dios me va a perdonar? ¿Me perdonará tales pecados? ¿Dios será capaz de perdonarme?».

Si el Padre nos entregó a su Hijo para morir por nosotros, dice San Pablo, ¿cómo es posible que con su Hijo no nos dé todos los demás bienes? Por eso, nuestro Dios es un Dios compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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