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San Pablo Miki y Compañeros Mártires

(Mateo 28, 16-20) «Jesús se acercó a ellos y les dijo: Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo»
San Pablo Miki y Compañeros Mártires

Evangelio según San Mateo 28, 16-20

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea y subieron al monte en el que Jesús los había citado. Al ver a Jesús, se postraron, aunque algunos titubeaban.

Entonces, Jesús se acercó a ellos y les dijo: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado; y sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”.

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San Pablo Miki y Compañeros Mártires

Hoy la Iglesia celebra a San Pablo Miki y compañeros mártires. “Llegado a este momento final de mi existencia en la tierra, seguramente que ninguno de ustedes va a creer que me voy a atrever a decir lo que no es cierto. Les declaro pues, que el mejor camino para conseguir la salvación es pertenecer a la religión cristiana, ser católico». Fueron 26, martirizados el mismo día, 5 de febrero del año 1597.

A los 26 católicos les cortaron la oreja izquierda, y así ensangrentados fueron llevados en pleno invierno a pie, de pueblo en pueblo, durante un mes, para escarmentar y atemorizar a todos los que quisieran hacerse cristianos. Al llegar a Nagasaki les permitieron confesarse con los sacerdotes, y luego los crucificaron, atándolos a las cruces con cuerdas y cadenas en piernas y brazos y sujetándolos al madero con una argolla de hierro al cuello. Entre una cruz y otra había la distancia de un metro y medio. La Iglesia Católica los declaró santos en 1862.

Testigos de su martirio y de su muerte lo relatan de la siguiente manera: «Una vez crucificados, era admirable ver el fervor y la paciencia de todos. Los sacerdotes animaban a los demás a sufrir todo por amor a Jesucristo y la salvación de las almas. El Padre Pedro estaba inmóvil, con los ojos fijos en el cielo. El hermano Martín cantaba salmos, en acción de gracias a la bondad de Dios, y entre frase y frase iba repitiendo aquella oración del salmo 30: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». El hermano Gonzalo rezaba fervorosamente el Padre Nuestro y el Avemaría».

«Santos mártires del Japón a cuya cabeza de grupo se encontraba San Pablo Miki. Vuestra jovialidad en el testimonio cristiano y vuestra alegría unida a la perseverancia en la confesión de Cristo, como único Dios y Salvador, os encaminó al patíbulo. Ayudadnos desde el cielo a no quejarnos tanto por nimiedades y dadnos vuestro coraje y alegría por si nos llegara el momento de morir por Cristo»

Tomado de Camino Católico


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Esta homilía apareció por primera vez aquí el 6 de Febrero de 2024.
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