Dios quiso nacer dentro de una familia santificando así la familia humana. La Iglesia nos invita a celebrar la fiesta de la Sagrada Familia y en este marco redescubrir, nosotros también, nuestra condición de miembros de la familia de la iglesia e identificarnos con los miembros de la Sagrada Familia de acuerdo con nuestro estado de vida.
El Papa emérito Benedicto XVI escribió una espléndida homilía sobre la Sagrada Familia, que nos enseña a mirarla como un ejemplo vivo a seguir; de modo que los padres puedan identificarse con el espíritu fiel y activo de José, las madres con la confianza y el abandono en la providencia de María y los hijos ver en el salvador la imagen de un niño puro y santo a quien amar e imitar.
«La casa de Nazaret, es una escuela de oración en la que se aprende a escuchar, a meditar, a penetrar en el significado profundo de la manifestación del Hijo de Dios, a través del ejemplo de María, José y Jesús» nos recuerda el Papa Emérito.
«La contemplación de Cristo alcanza su modelo insuperable en María que vive con los ojos puestos en Cristo y atesora cada palabra suya (…) El evangelista Lucas nos hace conocer el corazón de María, su fe, su esperanza y obediencia, su interioridad y su oración, así como su libre adhesión a Cristo. Y todo ello procede del Espíritu Santo que descenderá sobre ella como sobre los apóstoles según la promesa de Cristo. Esta imagen de María la presenta como el modelo de los creyentes que conserva y confronta las palabras y las acciones de Jesús, una confrontación que es siempre un progresar en el conocimiento de Cristo».
«San José…cumplió plenamente su papel paterno en todos los aspectos»
La capacidad de María para vivir de la mirada de Dios es «contagiosa». Y el primero que lo experimenta es José. «Efectivamente con María -explicó el Santo Padre- y sobre todo después, con Jesús, comienza una forma nueva de relacionarse con Dios, de acogerlo en su vida, de entrar en su proyecto de salvación, cumpliendo su voluntad».
Benedicto XVI recordó que aunque el Evangelio no haya conservado ninguna palabra de San José, su presencia es «silenciosa pero fiel, constante, activa» y que él «cumplió plenamente su papel paterno en todos los aspectos». Entre ellos habló de cómo San José habría educado a Jesús a la oración llevándolo consigo a la sinagoga los sábados y dirigiendo la oración doméstica por las mañanas y al atardecer. «Así, en el ritmo de las jornadas transcurridas en Nazaret, entre la casa y el taller de José, Jesús aprendió a alternar oración y trabajo y a ofrecer también a Dios la fatiga para ganar el pan que necesitaba la familia».
Citando la peregrinación de María, José y Jesús al templo de Jerusalén, narrada en el evangelio de San Lucas afirmó que «la familia judía, como la cristiana, reza en la intimidad doméstica, pero también reza junto con la comunidad, reconociéndose parte del Pueblo de Dios en camino».
Las primeras palabras de Jesús: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?» pronunciadas cuando María y José lo encuentran enseñando a los doctores en el Templo, son la llave de acceso a la oración cristiana, «A partir de aquel momento en la vida de la Sagrada Familia se intensificó aún más la oración porque, a través de Jesús (…) no cesará de difundirse y reflejarse en María y José el sentido profundo de la relación con Dios Padre. La familia de Nazaret es el primer modelo de la Iglesia en que, en torno a la presencia de Jesús y gracias a su mediación, todos viven en relación filial con Dios que transforma también las relaciones interpersonales».
Es en la familia donde se formará la personalidad, inteligencia y voluntad del niño.
«La Sagrada Familia es un icono de la Iglesia doméstica, llamada a rezar unida. La familia es la primera escuela de oración. En ella los niños, desde pequeños, aprenden a percibir el sentido de Dios, gracias a las enseñanzas y al ejemplo de los padres (…) Una educación auténticamente cristiana no puede prescindir de la experiencia de la oración. Si no se aprende a rezar en la familia, será difícil después colmar este vacío. Por eso invito a todos a redescubrir la belleza de rezar juntos como familia siguiendo la escuela de la Sagrada Familia de Nazaret» nos dice finalmente Benedicto XVI.
La familia debe ser una escuela de virtudes. Es el lugar donde crecen los hijos, donde se forman los cimientos de su personalidad para el resto de su vida y donde se aprende a ser un buen cristiano. Es en la familia donde se formará la personalidad, inteligencia y voluntad del niño. Esta es una labor hermosa y delicada. Enseñar a los niños el camino hacia Dios, llevar estas almas al cielo. Esto se hace con amor y cariño.
El Papa Juan Pablo II en su carta a las familias nos dijo que es necesario que los esposos orienten, desde el principio, su corazón y sus pensamientos hacia Dios, para que su paternidad y maternidad, encuentren en Él la fuerza para renovarse continuamente en el amor.
Así como Jesús creció en sabiduría y gracia ante Dios y los hombres, en nuestras familias debe suceder lo mismo. Esto significa que los niños deben aprender a ser amables y respetuosos con todos, ser estudiosos, obedecer a sus padres, confiar en ellos, ayudarlos y quererlos, orar por ellos, y todo esto en familia.
Recordemos que «la salvación del mundo vino a través del corazón de la Sagrada Familia».
La salvación del mundo, el porvenir de la humanidad de los pueblos y sociedades pasa siempre por el corazón de toda familia. Es la célula de la sociedad.
«Oremos hoy por todas las familias del mundo para que logren responder a su vocación tal y como respondió la Sagrada Familia de Nazaret. Oremos especialmente por las familias que sufren, pasan por muchas dificultades o se ven amenazadas en su indisolubilidad y en el gran servicio al amor y a la vida para el que Dios las eligió» (Juan Pablo II).
1 comentario en “La Sagrada Familia, icono de la Iglesia doméstica”
Gracias , por el artículo.