«¿Qué debemos hacer?»
(Lucas 3, 2b-3. 10-18) A su vez unos soldados le preguntaron: «Y nosotros, ¿qué debemos hacer?» Les dijo: «No hagáis extorsión nadie, no denunciéis falsamente a nadie, y contentaos con vuestra paga»
(Lucas 3, 2b-3. 10-18) A su vez unos soldados le preguntaron: «Y nosotros, ¿qué debemos hacer?» Les dijo: «No hagáis extorsión nadie, no denunciéis falsamente a nadie, y contentaos con vuestra paga»
(Lucas 3, 1-6) «Voz de uno que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas. Todo valle ha de rellenarse, y toda montaña y colina ha de rebajarse; los caminos tortuosos han de hacerse rectos, y los escabrosos, llanos; y toda carne verá la salvación de Dios»
(Lucas 1, 57-66. 80) Y el niño crecía y se fortalecía en espíritu, y habitó en los desiertos hasta el día de darse a conocer a Israel.
(Juan 3, 22-30) Vosotros mismos me sois testigos de que yo he dicho: «No soy yo el Mesías, sino que he sido enviado delante de Él»
(Marcos 1, 7-11) Y sucedió que en aquellos días Jesús vino de Nazaret de Galilea, y se hizo bautizar por Juan en el Jordán. Y al momento de salir del agua, vió entreabrirse los cielos, y al Espíritu que, en forma de paloma, descendía sobre Él. Y sonó una voz del cielo: «Tú eres el Hijo mío amado, en Ti me complazco»
(Lucas 1, 57-66) Entonces la madre dijo: «No, su nombre ha de ser Juan». Le dijeron: «Pero nadie hay en tu parentela que lleve ese nombre». Preguntaron, pues, por señas, al padre cómo quería que se llamase. El pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre»
(Juan 1, 6-8. 19-28) «Yo soy la voz de uno que dama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías»
(Mateo 11, 16-19) «Mas la Sabiduría ha sido justificada por sus obras»
(Mateo 11, 11-15) «Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos padece fuerza, y los que usan la fuerza se apoderan de él»
(Juan 1, 6-8. 19-28) «Yo, por mi parte, bautizo con agua; pero en medio de vosotros está uno que vosotros no conocéis, que viene después de mí, y al cual yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia»
(Marcos 1, 1-8) «Viene en pos de mí el que es más poderoso que yo, delante del cual yo no soy digno ni aun de inclinarme para desatar la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero Él os bautizará con Espíritu Santo».
La sangre de Juan el Bautista selló su testimonio en favor de Jesús: con su misma muerte completó su misión de precursor. Y así recibió el mayor elogio de Nuestro Señor Jesucristo: «Os digo: Entre los nacidos de mujer no hay profeta mayor que Juan»
El 24 de junio, celebramos la solemnidad del nacimiento de san Juan Bautista, el precursor del mesías.
Guido D’Arezzo, el inventor de la moderna notación musical, llamó a las notas con un acróstico tomado de un himno dedicado a San Juan Bautista.
(Lucas 1, 57-66. 80) «“Juan es su nombre”. Todos se quedaron extrañados. En ese momento a Zacarías se le soltó la lengua, recobró el habla y empezó a bendecir a Dios».
San Juan Bautista juega un papel prominente en las lecturas del tiempo de Adviento. El tema de la predicación del Bautista fue: «¡Reformen sus vidas!» . Él desafió a sus oyentes a enderezar las partes torcidas de sus vidas, a derribar las montañas de su maldad y a llenar los valles de sus defectos.
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