La esclavitud del pecado
(Juan 8, 31-42) «En verdad, en verdad, os digo, todo el que comete pecado es esclavo [del pecado]. Ahora bien, el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo queda para siempre»
(Juan 8, 31-42) «En verdad, en verdad, os digo, todo el que comete pecado es esclavo [del pecado]. Ahora bien, el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo queda para siempre»
(Marcos 3, 22-30) «Porque nadie puede entrar en la casa del hombre fuerte y quitarle sus bienes, si primero no ata al fuerte»
(Lucas 21, 34-36) «Velad, pues, y no ceséis de rogar para que podáis escapar a todas estas cosas que han de suceder, y estar en pie delante del Hijo del hombre»
(Lucas 17, 1-6) «Es inevitable que sobrevengan escándalos, pero, ¡ay de aquel por quien vienen! Más le valdría que le suspendiesen una piedra de molino alrededor del cuello, y lo echasen al mar, que escandalizar a uno de estos pequeños. Mirad por vosotros»
(Lucas 12, 8-12) «Yo les aseguro que a todo aquel que me reconozca abiertamente ante los hombres, lo reconocerá abiertamente el Hijo del hombre ante los ángeles de Dios»
(Mateo 23, 27-32) «Por fuera parecen justos, pero por dentro están llenos de hipocresía y de maldad»
(Mateo 23, 23-26) «¡Fariseo ciego!, limpia primero por dentro el vaso y así quedará también limpio por fuera»
(Mateo 11, 20-24) «¡Ay de ti Corazín! ¡Ay de ti Betsaida! porque si en Tiro y en Sidón se hubiesen hecho los prodigios que han sido hechos en vosotras, desde hace mucho tiempo se habrían arrepentido en saco y en ceniza. Por eso os digo, que el día del juicio será más soportable para Tiro y Sidón que para vosotras»
(Mateo 9, 1-8) «¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: “Te son perdonados los pecados”, o decir: “Levántate y camina?” ¡Y bien! para que sepáis que tiene poder el Hijo del hombre, sobre la tierra, de perdonar pecados –dijo, entonces, al paralítico–: “Levántate, cárgate la camilla y vete a tu casa”»
(Marcos 5, 21-43) Mas Él le dijo: «¡Hija! tu fe te ha salvado. Vete hacia la paz y queda libre de tu mal»
(Mateo 6, 19-23) «No os amontonéis tesoros en la tierra, donde polilla y herrumbre (los) destruyen, y donde los ladrones horadan los muros y roban»
(Marcos 1, 12-15) «El tiempo se ha cumplido, y se ha acercado el reino de Dios. Arrepentíos y creed en el Evangelio»
(Marcos 1, 40-45) Entonces, Jesús, movido a compasión, alargó la mano, lo tocó y le dijo: «Quiero, sé sano». Al punto lo dejó la lepra, y quedó sano.
El pecado es una ofensa directa a Dios y un rechazo frontal a la cruz de Cristo. Hoy día, parece ser, que el hombre ha optado por esa vía, y el destino al que puede conducir ese modo de proceder no puede ser otro que el vacío, la tristeza, la enemistad con Dios y la condenación eterna.
La estrategia fundamental para evitar la tentación fue sugerida por Nuestro Señor cuando dijo a los discípulos en Getsemaní: «Velad y orad para que no accedáis a la tentación» (Mt. 26, 41).
(Mateo 5, 13-16) «Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal pierde su sabor, ¿con qué será salada? Para nada vale ya, sino para que, tirada fuera, la pisen los hombres»
La infracción de la Ley de Dios, el pecado, es el mayor mal del mundo; así lo enseña la Iglesia. Y por esto nos repite de continuo esta divisa: antes morir que pecar.
(Lucas 16, 19-31) «[…] Abraham repuso: ‘Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso, ni aunque resucite un muerto’»
(Lucas 16,19-31) «Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y banqueteaba cada día espléndidamente. Y un mendigo, llamado Lázaro, tendido a su puerta, cubierto de úlceras»
La corrupción se extiende con facilidad, cuando las ocasiones son muchas, los beneficios elevados, y los riesgos pequeños. Y cuando vemos que, a nuestro alrededor, otros sucumben, creando un ambiente de permisividad. ¿Es posible sobrevivir a la corrupción? ¿Qué oportunidades tienen los hombres honrados?