«Hemos visto su estrella y venimos a adorarlo»
(Mateo 2, 1-12) «¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo»
(Mateo 2, 1-12) «¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo»
(Lucas 2, 22. 36-40) «Y cuando hubieron cumplido todo lo que era exigido por la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret en Galilea. El niño crecía y se robustecía, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre Él»
(Juan 1, 1-18) «Y el Verbo se hizo carne, y puso su morada entre nosotros –y nosotros vimos su gloria, gloria como del Unigénito del Padre– lleno de gracia y de verdad».
Celebremos con alegría la llegada de nuestra salvación y redención. Celebremos este día de fiesta en que el Eterno vino, desde aquel Día grande y eterno, a este nuestro día, breve y temporal. Él se hizo para nosotros justicia, santificación y redención, a fin de que, como está escrito, «Quien se gloríe, se gloríe en el Señor».
Cuenta la tradición que una noche de Navidad, luego de que los fieles se retiraran de la gruta de Belén, San Jerónimo se quedó allí rezando. Estando en oración, el Niño Jesús se le aparece súbitamente al Santo y le hace una conmovedora pregunta: ¿Qué me vas a regalar en mi cumpleaños?
Nos estamos preparando para iniciar el tiempo de Navidad, un tiempo que para nosotros los cristianos tiene un sentido muy particular: es la celebración del gran misterio de la Encarnación, del Dios que se hace hombre, del Emmanuel, el Dios-con nosotros.
La infancia de Jesús es una devoción que se extiende a muchos países en el mundo, pero gracias a un sacerdote salesiano y su gran amor por el Divino Niño Jesús la celebración en muchos países de Latinoamérica tomó como fecha el 20 de julio.
San Alfonso María de Ligorio reflexiona sobre el misterio de la Encarnación y nos invita a contemplar al Niño Dios que toma la condición humana por amor a los hombres. Una Novena de Navidad para rezar con la familia.
El Hijo de Dios quiso asumir la naturaleza humana para reconciliarla con su Creador; así el diablo, autor de la muerte, sería vencido mediante aquella misma naturaleza sobre la cual él mismo había reportado su victoria.
Quiénes mejor que los santos para contarnos cómo la contemplación de la Natividad de Nuestro Señor les ha llevado a un mayor grado de santidad.