Los grados de la fe
(Juan 4, 43-54) Y el padre reconoció que ésta misma era la hora en que Jesús le había dicho: «Tu hijo vive». Y creyó él, y toda su casa.
(Juan 4, 43-54) Y el padre reconoció que ésta misma era la hora en que Jesús le había dicho: «Tu hijo vive». Y creyó él, y toda su casa.
(Lucas 15, 1-3. 11-32) El padre dijo a sus servidores: «Pronto traed aquí la ropa, la primera, y vestidlo con ella; traed un anillo para su mano, y calzado para sus pies; y traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y hagamos fiesta: porque este hijo mío estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado».
(Lucas 18, 9-14) El publicano, por su parte, quedándose a la distancia, no osaba ni aún levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: «Oh Dios, compadécete de mí, el pecador»
(Lucas 16, 19-31) «Os digo: a todo el que tiene, se le dará; y al que no tiene, aún lo que tiene le será quitado»
El tema del suicidio en la teología católica es delicado y ha sido abordado a lo largo de los siglos, especialmente en la enseñanza moral de santos y teólogos como Santo Tomás de Aquino. Es un tema de preocupación sobre todo para aquellos que han sufrido del suicidio de amigos y parientes.
(Mateo 23, 23-26) «¡Fariseo ciego!, limpia primero por dentro el vaso y así quedará también limpio por fuera»
(Mateo 16, 24-28) «Yo les aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán, sin haber visto primero llegar al Hijo del hombre como rey»
(Mateo 12, 1-8) «Misericordia quiero y no sacrificios, no condenarían a quienes no tienen ninguna culpa»
(Mateo 7, 1-5) «No juzguen y no serán juzgados; porque así como juzguen los juzgarán y con la medida que midan los medirán»
(Lucas 6, 36-38) «Sed misericordiosos como es misericordioso vuestro padre. No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; absolved, y se os absolverá»
(Mateo 18, 21-35) Entonces Pedro le dijo: «Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mí y le perdonaré? ¿Hasta siete veces?» Jesús le dijo: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete».
(Lucas 19, 1-10) «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también él es hijo de Abraham, y el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido»
Este mes es clave para esta devoción no solo porque la Iglesia lo haya instaurado así, sino porque en este mes sucedieron muchos eventos importantes que hicieron de esta una celebración universal en la Iglesia.
«Ese día están abiertas las entrañas de Mi misericordia. Derramo todo un mar de gracias sobre las almas que se acercan al manantial de Mi misericordia» dice el Señor.
(Juan 8, 1-11) «Aquel de vosotros que esté sin pecado, tire el primero la piedra contra ella»
(Juan 2, 13-25) Y a los vendedores de palomas les dijo: «Quitad esto de aquí; no hagáis de la casa de mi Padre un mercado». Y sus discípulos se acordaron de que está escrito: «El celo de tu Casa me devora».
¿Por qué existiría un lugar de tormento si Dios es infinitamente misericordioso? Este es tan solo uno de los tantos argumentos de aquellos viven esta vida como si nuestras acciones no tuvieran consecuencias y no recibiremos ningun castigo por ellas.
Este devoto ejercicio de piedad, ha sido compuesto por San Alfonso María de Ligorio para la conmemoración de los fieles difuntos. «Esfuércense todos los fieles en aliviar y librar a aquéllas benditas almas del purgatorio con Misas, limosnas, o al menos con sus oraciones e indulgencias ganadas» nos dice el Santo.
(Mateo 20, 1-16) «Amigo, yo no te hago ninguna injusticia. ¿Acaso no quedamos en que te pagaría un denario? Toma, pues, lo tuyo y vete. Yo quiero darle al que llegó al último lo mismo que a ti. ¿Qué no puedo hacer con lo mío lo que yo quiero? ¿O vas a tenerme rencor porque yo soy bueno?»