Mortificaciones dentro del matrimonio
El matrimonio solo se puede entender de verdad si se conoce el amor cristiano, que no es cualquier amor, es un amor crucificado, a imagen del amor que el mismo Hijo de Dios ha tenido por nosotros.
El matrimonio solo se puede entender de verdad si se conoce el amor cristiano, que no es cualquier amor, es un amor crucificado, a imagen del amor que el mismo Hijo de Dios ha tenido por nosotros.
La alfombra persa de la vida matrimonial feliz no se teje tan sólo con los hilos claros de la alegría y del placer, sino también con los colores más oscuros del sufrimiento, de la autoridad, de la disciplina, de la indulgencia y del perdón.
(Mateo 19, 3-12) «A causa de la dureza de vuestros corazones, os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue así. Mas Yo os digo, quien repudia a su mujer salvo el caso de adulterio, y se casa con otra, comete adulterio, y el que se casa con una repudiada, comete adulterio»
Es muy importante que los novios se conozcan muy bien antes de casarse. Si la juventud se preparara para el matrimonio como Dios manda, tendríamos muchos más matrimonios felices.
l testimonio profético de Pablo VI es más necesario hoy que en 1968, ya que el comportamiento contrario a la enseñanza de la Encíclica Humanae Vitae se ha convertido en una práctica generalizada.
Santo Tomás considera el matrimonio como un ejemplo óptimo de amistad para toda la vida: «Cuanto mayor es la amistad, más estable y duradera es. Ahora bien, entre un hombre y su esposa parece existir la mayor amistad; porque se hacen uno no sólo en el acto de las relaciones carnales, sino también como socios en toda la vida doméstica».
Puesto que los padres han dado la vida a los hijos, tienen la gravísima obligación de educar a la prole, y, por tanto, hay que reconocerlos como los primeros y principales educadores de sus hijos
Las cualidades de las que habla el obispo Thomas valen por igual para los matrimonios jóvenes como para los que llevan décadas casados. Estos puntos coinciden en todos los «matrimonios fuertes» que él ha conocido
(Marcos 10, 1-12) «Dios los hizo varón y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne»
Celia Guérin y Luis Martin cuya memoria conjunta se celebra en la fecha de su boda, 12 de julio, son un matrimonio que supieron alcanzar la santidad en medio del dolor y las alegrías de los asuntos familiares.
El hombre o la mujer que elige la virginidad o el celibato para el Reino de los Cielos hace todo lo contrario de lo que hizo el diablo. De alguna manera, está dejando de lado lo natural en favor de lo sobrenatural.
Tener una mascota es sencillo. Asegúrese de que se satisfagan sus necesidades básicas y todo estará bien. No se necesita nada heroico. Todavía puede experimentar las “cosas buenas” de la vida: una noche tranquila a solas, una noche en la ciudad o unas vacaciones extravagantes. Pero, cuando crías a un niño, las cosas son diferentes.
Marilú narra las desventuras de sus últimos 7 embarazos, y manifiesta sentirse «feliz y plena» a pesar de las muchas críticas.
Cada persona, varón o mujer, es titular de un cuerpo que tiene un cerebro nunca acabado, siempre activo. Y la impronta femenina o masculina se manifiesta en la manera de configurar las relaciones personales, de reaccionar, y en definitiva de mirar al mundo.
El noviazgo es un tiempo para examinarse a sí mismo, implorando para ello la luz de Dios.
¿Puede haber momento más importante para implorar la ayuda de Dios como el momento de escoger esposo o esposa? Dice un refrán ruso: «¿Te vas a la guerra? Reza una vez. ¿Te embarcas? Reza dos veces. ¿Te casas? Reza tres veces».
Los sacerdotes y las monjas, al renunciar al matrimonio terrenal, son un testimonio vivo de que esta vida no es la última palabra. El hábito religioso y eclesiástico es una voz que grita en el desierto de nuestro materialismo y dice: «¡Hay otro mundo!», «¡Hay vida sobrenatural!», «¡No estamos hechos para esta vida!»
Los consejos evangélicos deben ser vividos, en espíritu y en la carne, por todos los cristianos, independientemente de su estado de vida y las necesidades y demandas que se derivan de él.
Haced, pues, de este Corazón el rey de vuestra casa, y estableceréis en ella la paz. Tanto más cuanto que Él mismo, renovando y determinando las bendiciones de su Padre celestial hacia las familias fieles, prometió hacer reinar la paz en aquéllas que le fueran consagradas.
En la vida en común hay que saber actuar con corazón, pero también con inteligencia y buen humor. El amor y las buenas intenciones son un buen punto de partida para que haya armonía en la convivencia matrimonial, pero es natural que en el día a día salgan a relucir los defectos del carácter y otras actitudes personales que pueden afectar la relación.
Hay que compartir gustos, ideas, valores. No basta que los cuerpos estén juntos, si las almas están separadas.
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