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Recomendaciones de Pío XII para fortalecer los matrimonios

El matrimonio está en crisis y, con él, la familia. Sor Lucía, vidente de las apariciones de la Virgen en Fátima, escribió hace unos años que la última batalla entre Dios y Satanás sería la que se libraría contra la familia y el matrimonio, así que no tiene que extrañarnos demasiado la confusión que reina en la sociedad. 
Armas para luchar por tu matrimonio según Pío XII

Tomado de Arguments.es

Este artículo contiene algunas enseñanzas del Papa Pío XII que son muy útiles para todos los matrimonios y las parejas de novios prontas a casarse. Recordemos que para ganar una batalla conviene prepararse con las mejores armas, por lo que hemos recogido 4 puntos importantes de la doctrina de Pío XII.

  1. La gracia sacramental.
  2. La Santísima Virgen María.
  3. La Comunión Eucarística.
  4. Consagrar la familia al Sagrado Corazón de Jesús.

1. La gracia sacramental

No estamos solos. El día de nuestra boda se nos da la gracia sacramental y, con ella, recibimos absolutamente todo lo que necesitaremos en adelante: «

«Jesucristo enriqueció sus bodas místicas con la Iglesia, con las perlas preciosísimas de la gracia divina, se complace en enriquecer el sacramento del matrimonio de dones inefables. Estos dones consisten principalmente en todas aquellas gracias que son necesarias y útiles a los esposos para conservar, acrecentar y hacer cada día más perfecto y santo su amor recíproco, para cuidar la fidelidad conyugal, para educar sabiamente a los hijos, para llevar cristianamente las cargas del nuevo estado de vida». Es preciso que tomemos mayor conciencia sobre esto, porque si bien todos aquellos medios que tengamos para ayudar a mejorar nuestro matrimonio serán buenos, no hay que olvidar que la principal ayuda nos la tiene prometida Dios. Incluso podemos afirmar más: «[Del sacramento] emana como un derecho constante a pedir todas aquellas gracias necesarias y convenientes para santificar la vida matrimonial, para superar las dificultades, para mantener los propósitos y para alcanzar los más altos ideales». El más interesado en sacar adelante nuestra unión es Dios mismo. Él también se ha comprometido con nosotros el día que nos casamos y tenemos el derecho de pedir y pedir incansablemente a nuestro Padre todo lo que necesitamos para vivir bien nuestra relación esponsal y paternal, especialmente en los momentos de dificultad.

2. La Santísima Virgen María

¿Queremos dar a nuestras familias un «carácter esencial y profundamente cristiano y una base sólida de bienestar y felicidad?» Seguro que sí. El Papa nos apunta la dirección correcta: «En la devoción a María os señalamos el medio para conseguirlo felizmente». «La Virgen María tiene muchos títulos para ser considerada patrona de las familias cristianas, estas tienen otros tantos motivos para esperar su particular asistencia. María supo de los goces y de las penas de la familia, de los alegres y tristes sucesos, de la fatiga del trabajo cotidiano, de la tristeza de la pobreza, del quebranto de las separaciones. Pero también gustó los inefables goces de la convivencia familiar». Tenemos que acudir a nuestra Madre, que sea parte de la vida familiar. En nuestra casa una de nuestras hijas lo ha entendido a la perfección. Cuando le pregunto: «¿Quién es la que más te quiere del mundo?» (esperando escuchar «¡mamá!»), me suele responder «¡La Virgen! ¡Porque es muy buena!». Incluso a mí me sigue causando sorpresa cuando escucho estas respuestas, y entiendo que, en su sencillez de niña, al entender la importancia de la Virgen María, la entiende hasta el final.

3. La Comunión Eucarística

Podemos pensar que todo esto suena muy bonito, pero que la vida cotidiana está hecha de cansancio: el trabajo agota, los roces laborales o familiares nos desgastan, la educación de los hijos nos exige demasiado… Para eso también tiene el Papa un valioso consejo muy aterrizado: «Para sobrellevar las cargas, las pruebas, las penas comunes, a las que ninguna familia, por ordenada que sea, escapa, son necesarias energías cotidianas; la Comunión Eucarística es engendradora de fuerza, de valor, de paciencia, y con la alegría que difunde en las almas bien dispuestas, les da serenidad, el más preciado tesoro del hogar doméstico». ¿Alguien da más? No podemos sacar adelante nuestra familia sin las fuerzas que nos da la Comunión. Jesús hace nuevas todas las cosas cada día, en nuestro corazón, en nuestra casa, en nuestros hijos, en la entrega matrimonial, en toda nuestra vida. 

«Donde la imagen de mi Corazón esté expuesta y sea singularmente honrada, atraerá sobre la casa toda suerte de bendiciones»

4. Consagrar la familia al Sagrado Corazón de Jesús

Por último, pero no por ello menos importante —más bien al revés—: la joya de la corona. Podemos ir más allá: no solo intentar vivir una vida cristiana en la casa, cuidar el ambiente de nuestro hogar, sino consagrar toda nuestra familia al Sagrado Corazón de Jesús, es decir, hacernos totalmente suyos. ¿Y eso por qué? Porque Él mismo ha prometido grandes bienes a la familia que así lo haga.  «En la familia consagrada a Jesús, padre e hijos se sienten bajo la mirada de Dios y viven en intimidad con Él. Ante la imagen del Rey del Cielo, hecho su amigo terreno y su huésped perenne, afrontan sin temor, pero no sin mérito, todas las fatigas que sus deberes cotidianos les exigen, todas las pruebas, todos los duelos y todas las tristezas». «En una palabra, el Sagrado Corazón será debidamente honrado en una casa cuando todos y cada uno le reconozcan como a Rey de amor, lo cual se expresa diciendo que la familia le está consagrada. Cuando el Sagrado Corazón reina de verdad en una familia es necesario que todo en esa bendita casa esté envuelto en una atmósfera de fe y piedad». Así fue la promesa del Corazón de Jesús a Santa Margarita: «Donde la imagen de mi Corazón esté expuesta y sea singularmente honrada, atraerá sobre la casa toda suerte de bendiciones» Y a eso nos invita el Papa: «Haced de este Corazón el Rey de vuestros hogares, y estableceréis en ellos la paz».

¿Cómo se hace esto?

Se trata de buscar una imagen de Jesús mostrando su Corazón y colocarla en casa, en un lugar central donde nos reunamos cada día para estar juntos y para rezar. Se celebra el acto de consagración de la familia, invitando a un sacerdote para ello, que bendiga la imagen y la casa entera en señal de que todo se le entrega. Y se entroniza al Sagrado Corazón, es decir, se le sitúa en ese lugar de honor del hogar.

Este acto tan sencillo lo cambia todo, porque Él nos enseña y nos ayuda para las grandes lecciones del perdón, la entrega, la sinceridad, la fidelidad. ¿Qué mejor rey para un hogar, que un Rey de Amor?     

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