Matrimonio, uno con una, para siempre
(Marcos 10, 1-12) «Dios los hizo varón y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne»
(Marcos 10, 1-12) «Dios los hizo varón y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne»
(Mateo 19, 3-12) «A causa de la dureza de vuestros corazones, os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue así. Mas Yo os digo, quien repudia a su mujer salvo el caso de adulterio, y se casa con otra, comete adulterio, y el que se casa con una repudiada, comete adulterio»
El matrimonio solo se puede entender de verdad si se conoce el amor cristiano, que no es cualquier amor, es un amor crucificado, a imagen del amor que el mismo Hijo de Dios ha tenido por nosotros.
La alfombra de la vida matrimonial no se teje tan sólo con los hilos claros de la alegría y del placer, sino también con los colores más oscuros del sufrimiento, de la autoridad, de la disciplina, de la indulgencia y del perdón. Los esposos no deben olvidar donde contrajeron matrimonio: Ante un altar. Y el altar es el lugar del sacrificio, para recordar permanentemente a los cónyuges que sin sacrificio mutuo no podrán ser felices.
El matrimonio está en crisis y, con él, la familia. Sor Lucía, vidente de las apariciones de la Virgen en Fátima, escribió hace unos años que la última batalla entre Dios y Satanás sería la que se libraría contra la familia y el matrimonio, así que no tiene que extrañarnos demasiado la confusión que reina en la sociedad.
Es muy importante que los novios se conozcan muy bien antes de casarse. Si la juventud se preparara para el matrimonio como Dios manda, tendríamos muchos más matrimonios felices.
El testimonio profético de Pablo VI es más necesario hoy que en 1968, ya que el comportamiento contrario a la enseñanza de la Encíclica Humanae Vitae se ha convertido en una práctica generalizada.
Lo más especial del matrimonio cristiano es su significado único y propio: «puesto que el matrimonio es un sacramento, es un signo sagrado y de una cosa sagrada. Es el misterio de la unión de Cristo y la Iglesia». Este sacramento tiene el poder de santificar a los esposos, así como la Pasión de Cristo santifica a la Iglesia.
Puesto que los padres han dado la vida a los hijos, tienen la gravísima obligación de educar a la prole, y, por tanto, hay que reconocerlos como los primeros y principales educadores de sus hijos
¿Por qué hay matrimonios permanecen siempre como si fueran recién casados y otros, sin embargo, se oxidan? Esta es la pregunta que con frecuencia se ha hecho George Leo Thomas, durante sus cuarenta años como sacerdote y obispo.
Celia Guérin y Luis Martin cuya memoria conjunta se celebra en la fecha de su boda, 12 de julio, son un matrimonio que supieron alcanzar la santidad en medio del dolor y las alegrías de los asuntos familiares.
El diablo ha declarado una guerra abierta contra el celibato, el matrimonio y la Eucaristía. ¿El por qué? Lucifer odia la virginidad consagrada y el celibato sacerdotal porque este carisma y estado de vida es el más intrínsecamente opuesto al orgullo que provocó su caída, su eterna pérdida de la bienaventuranza, su condenación.
Tener una mascota es sencillo. Asegúrese de que se satisfagan sus necesidades básicas y todo estará bien. No se necesita nada heroico. Todavía puede experimentar las “cosas buenas” de la vida: una noche tranquila a solas, una noche en la ciudad o unas vacaciones extravagantes. Pero, cuando crías a un niño, las cosas son diferentes.
Marilú narra las desventuras de sus últimos 7 embarazos, y manifiesta sentirse «feliz y plena» a pesar de las muchas críticas.
Cada persona, varón o mujer, es titular de un cuerpo que tiene un cerebro nunca acabado, siempre activo. Y la impronta femenina o masculina se manifiesta en la manera de configurar las relaciones personales, de reaccionar, y en definitiva de mirar al mundo.
El noviazgo es un tiempo para examinarse a sí mismo, implorando para ello la luz de Dios.
¿Puede haber momento más importante para implorar la ayuda de Dios como el momento de escoger esposo o esposa? Dice un refrán ruso: «¿Te vas a la guerra? Reza una vez. ¿Te embarcas? Reza dos veces. ¿Te casas? Reza tres veces».
Los sacerdotes y las monjas, al renunciar al matrimonio terrenal, son un testimonio vivo de que esta vida no es la última palabra. El hábito religioso y eclesiástico es una voz que grita en el desierto de nuestro materialismo y dice: «¡Hay otro mundo!», «¡Hay vida sobrenatural!», «¡No estamos hechos para esta vida!»
Los consejos evangélicos deben ser vividos, en espíritu y en la carne, por todos los cristianos, independientemente de su estado de vida y las necesidades y demandas que se derivan de él.
Al igual que aquellos «muertos para el mundo», los cristianos que «viven en el mundo» también deben ser pobres en espíritu, puros de corazón y obedientes a la palabra de Dios y a la Iglesia.
Haced, pues, de este Corazón el rey de vuestra casa, y estableceréis en ella la paz. Tanto más cuanto que Él mismo, renovando y determinando las bendiciones de su Padre celestial hacia las familias fieles, prometió hacer reinar la paz en aquéllas que le fueran consagradas.
En la vida en común hay que saber actuar con corazón, pero también con inteligencia y buen humor. El amor y las buenas intenciones son un buen punto de partida para que haya armonía en la convivencia matrimonial, pero es natural que en el día a día salgan a relucir los defectos del carácter y otras actitudes personales que pueden afectar la relación.