San Dionisio, obispo y compañeros mártires
(Mateo 5, 13-16) «Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal pierde su sabor, ¿con qué será salada? Para nada vale ya, sino para que, tirada fuera, la pisen los hombres»
(Mateo 5, 13-16) «Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal pierde su sabor, ¿con qué será salada? Para nada vale ya, sino para que, tirada fuera, la pisen los hombres»
(Mateo 5, 13-19) «No vayáis a pensar que he venido a abolir la Ley y los Profetas. Yo no he venido para abolir, sino para dar cumplimiento. En verdad os digo, hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota, ni un ápice de la Ley pasará, sin que todo se haya cumplido»
El «más grande de entre los nacidos de mujer» murió mártir, víctima de la fe y de la misión que había desarrollado. La figura de Juan el Bautista nos habla de un hombre valiente que no tuvo falsas prudencias.
Con un semblante brío, vestido con sotana, con un Rosario en una mano y en la otra un cuadro de Nuestra Señora, su leal compañera de misión, aparece el Santo Paraguayo, Roque González de Santa Cruz, pintado en los cuadros para recordar su rostro. El incansable celo apostólico de San Roque lo llevó, a pesar de los riesgos, a salir a remar mar adentro y así conquistar, en las espesas selvas latinoamericanas, almas para Dios.
El testimonio del pequeño mártir cristero, San José Sánchez del Río, es el claro ejemplo de un alma pura quien no dudó ningún instante en ofrecer su vida en defensa de la fe. En una carta dirigida a su madre él le manifiesta: «voy a morir, pero nada importa, mamá. Resígnate a la voluntad de Dios».
Patriota y estadista ecuatoriano, nacido en Guayaquil el 24 de diciembre de 1821 y asesinado en Quito el 6 de agosto de 1875.