San Blas, Obispo y Mártir
(Marcos 16, 15-20) «Id por el mundo entero, predicad el Evangelio a toda la creación. Quien creyere y fuere bautizado, será salvo; mas, quien no creyere, será condenado»
(Marcos 16, 15-20) «Id por el mundo entero, predicad el Evangelio a toda la creación. Quien creyere y fuere bautizado, será salvo; mas, quien no creyere, será condenado»
(Mateo 10, 17-22) «Porque no sois vosotros los que habláis, sino que el Espíritu de vuestro Padre es quien, habla en vosotros»
(Mateo 25,1-13) «¡Señor, señor, ábrenos!» Pero él respondió y dijo: «En verdad, os digo, no os conozco”. Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora»
(Juan 17, 1b. 20-26) «Que todos sean uno: como Tú, Padre, estás en mí y Yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que Tú me enviaste»
(Juan 12, 24-26) «[…] Si alguno me quiere servir, sígame, y allí donde Yo estaré, mi servidor estará también; si alguno me sirve, el Padre lo honrará»
(Mateo 10, 28-33) «A todo aquel que me confiese delante de los hombres, Yo también lo confesaré delante de mi Padre celestial […]»
(Juan 1, 45-51) «Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel»
(Juan 15, 12-16) «Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; Yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre.»
(Juan 12, 24-26) «El que quiera servirme que me siga, para que donde yo esté, también esté mi servidor. El que me sirve será honrado por mi Padre»
(Mateo 20, 20-28) «Beberán mi cáliz; pero eso de sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; es para quien mi Padre lo tiene reservado»
(Mateo 10, 1-7) Y de camino predicad diciendo: «El reino de los cielos se ha acercado»
(Juan 7, 20-26) «Mas no ruego sólo por ellos, sino también por aquellos que, mediante la palabra de ellos, crean en Mí, a fin de que todos sean uno, como Tú, Padre, en Mí y Yo en Ti, a fin de que también ellos sean en nosotros, para que el mundo crea que eres Tú el que me enviaste»
(Lucas 1, 57-66. 80) Y el niño crecía y se fortalecía en espíritu, y habitó en los desiertos hasta el día de darse a conocer a Israel.
(Mateo 5, 13-19) «No vayáis a pensar que he venido a abolir la Ley y los Profetas. Yo no he venido para abolir, sino para dar cumplimiento. En verdad os digo, hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota, ni un ápice de la Ley pasará, sin que todo se haya cumplido»
(Marcos 6, 17-29) «Quiero que me des ahora mismo, en una charola, la cabeza de Juan el Bautista»
(Mateo 10, 17-22) «Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará»
San Lorenzo vivió el drama de la persecución en el año 258 d.C. Cuando se proclamó el edicto del emperador Valeriano por el que todos los obispos, presbíteros y diáconos debían morir. Lorenzo no se desanimó, pues anhelaba morir por Cristo y su Iglesia y pasar por el martirio como muchos Santos. Mientras su fe era probada exclamó con fuerzas: «Recibe, oh Señor, este holocausto como una agradable fragancia».
Santa María Goretti tenía claro la belleza de la virtud de la pureza, pues ella la había vivido desde muy pequeña. Pío XII la llamó “la pequeña y dulce mártir de la pureza”, una virtud posible aún en estos tiempos tan erotizados.
(Juan 15, 18-21) «No es el siervo más grande que su Señor. Si me persiguieron a Mí, también os perseguirán a vosotros; si observaron mi palabra, observarán también la vuestra»