«Bendito sea el advenimiento del reino de nuestro padre David»
(Marcos 11, 1-10) «¡Hosanna! ¡Bendito sea el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito sea el advenimiento del reino de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!»
(Marcos 11, 1-10) «¡Hosanna! ¡Bendito sea el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito sea el advenimiento del reino de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!»
(Lucas 2, 22-40) «Todo varón primer nacido será llamado santo para el Señor»
(Marcos 1, 7-11) Y sucedió que en aquellos días Jesús vino de Nazaret de Galilea, y se hizo bautizar por Juan en el Jordán. Y al momento de salir del agua, vio entreabrirse los cielos, y al Espíritu que descendía sobre Él.
(Mateo 2, 1-12) «¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo»
(Mateo 2, 1-12) «¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo»
(Lucas 2, 1-14) «Gloria Dios en las alturas, y en la tierra paz entre hombres de la buena voluntad»
(Mateo 25, 31-46) «Yo les aseguro que, cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicieron»
(Mateo 17, 1-9) «Señor, ¡qué bueno sería quedarnos aquí! Si quieres, haremos aquí tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías»
Celebremos con alegría la llegada de nuestra salvación y redención. Celebremos este día de fiesta en que el Eterno vino, desde aquel Día grande y eterno, a este nuestro día, breve y temporal. Él se hizo para nosotros justicia, santificación y redención, a fin de que, como está escrito, «Quien se gloríe, se gloríe en el Señor».
(Juan 18, 33-37) Díjole, pues, Pilato: «¿Conque Tú eres rey?» Contesto Jesús: «Tú lo dices: Yo soy rey. Yo para esto nací y para esto vine al mundo, a fin de dar testimonio a la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz».
(Marcos 9, 2-10) Sus vestidos se pusieron resplandecientes y de tal blancura; que no hay batanero sobre esta tierra, capaz de blanquearlos así. Y se les aparecieron Elías y Moisés y conversaban con Jesús.
(Juan 19, 31-37) «El que vio da testimonio de esto y su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean»
(Marcos 16, 1-8) «No tengáis miedo. A Jesús buscáis, el Nazareno crucificado; resucitó, no está aquí. Ved el lugar donde lo habían puesto. Pero id a decir a los discípulos de Él y a Pedro: va delante de vosotros a la Galilea; allí lo veréis, como os dijo»
«El verbo eterno se hizo carne y habitó entre nosotros» (Jn 1.14), prestos para celebrar este gran misterio de nuestra fe, el Padre Miguel Martínez nos deja un Mensaje Navideño para comprender y amar de una manera distinta la Natividad de nuestro Señor Jesucristo.
«Jesucristo es el Rey de los reyes y el Señor de los Señores, esta es la verdad de nuestra fe. Jesucristo Dios Encarnado y Salvador del mundo es verdaderamente Rey» así iniciaba Mons Athanasius Schneider una conferencia dictada a un grupo de Católicos y que llevó por título: «El reinado universal y social de Nuestro Señor Jesucristo».
La Santa Madre Iglesia nos invita a consolar el herido Corazón de nuestro Señor Jesucristo, que a causa de nuestras indiferencias y nuestros pecados sigue sangrando en la espera de una feliz conversión.
Esta fiesta fue aprobada en primer lugar en Polonia y España por el papa Clemente XIII, en el año 1756. En 1856 Pío IX extendió la fiesta del Corazón de Jesús a toda la Iglesia. En 1889, con León XII, se elevó a la categoría litúrgica y Pablo VI la proclamó como Solemnidad.
Nuestro Señor Jesucristo encomendó a Sor Faustina Kowalska adorar la hora de su muerte: «Cuántas veces oigas el reloj dando las tres, sumérgete en Mi misericordia, adorándola y glorificándola; suplica su omnipotencia para el mundo entero y, especialmente, para los pobres pecadores, ya que en ese momento, se abrió de par en par para cada alma», (Diario, 1572).
Cada 2 de febrero la Iglesia Universal celebra la fiesta de la Presentación del Señor en el Templo, en la que recordamos el encuentro de la Sagrada Familia con Simeón y Ana -que es también el encuentro del Señor con su pueblo-, y la purificación ritual de la Virgen María después de haber dado a luz al Salvador.
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