Por qué debemos ayunar los católicos antes de recibir la Sagrada Comunión

¿Por qué debemos ayunar antes de recibir la Sagrada Comunión?

Un buen ayuno eucarístico es señal de que respetamos a Nuestro Señor Jesucristo y deseamos recibirlo por ser el más importante alimento de nuestra vida. Supone también una exigencia moral que pone de relieve la obligación de recibirlo dignamente: Es necesario que entendamos qué es lo que vamos a recibir y meditar si estamos en gracia de Dios como para acercarnos de modo digno al Señor y recibirle de forma tan íntima.

La Hora Santa para Fulton Sheen

Para Fulton Sheen la «Hora Santa» es la hora que da sentido a su día

Mons. Fulton Sheen desea que todos tengamos una experiencia similar a la suya con la Hora Santa, por ello nos enseña que «El objetivo de la Hora Santa es fomentar un encuentro personal y profundo con Jesucristo. El santo y glorioso Dios nos invita constantemente a acercarnos a Él, conversar con Él, para pedirle las cosas que necesitamos y para experimentar la bendición de la amistad con Él».

Una reflexión sobre la «comunión espiritual»

Una reflexión sobre la «comunión espiritual»

«Pero, cuando no puedas tener el gozo de comulgar realmente en la santa Misa, comulga, a lo menos, de corazón y en espíritu, uniéndote, con fervoroso deseo, a esta carne vivificadora del Salvador», recomendaba San Francisco de Sales a las almas piadosas y devotas.

ORACIONES DE ADORACIÓN EUCARÍSTICA A JESÚS SACRAMENTADO

Oraciones al Santísimo Sacramento

Grandes Santos, como Santo Tomás de Aquino, San Alfonso y la Patrona de las Misiones, Santa Teresa de Lisieux, han demostrado de manera sublime su amor al Santísimo Sacramento, dedicando horas y horas adorando a Jesús presente en la Eucaristía. Compartimos estas oraciones, que pueden ayudarnos a la hora de estar frente al Rey de reyes.

La Eucaristía, salud de la Iglesia y del mundo

La Eucaristía, salud de la Iglesia y del mundo

Desgraciadamente, a pesar de las medidas correctoras de la Santa Sede, sobre todo del bienaventurado papa Pablo VI y del santo papa Juan Pablo II, la situación continuó; al mismo tiempo, hemos asistido a una pérdida dramática de la Fe en la Eucaristía y a un declive asombroso de la asistencia a la Misa dominical.

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