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Pasos para aumentar nuestra fe

«La fe es el mayor tesoro que tenemos, porque a través de ella recibimos el resto de los tesoros espirituales» nos dice el Padre Adolfo, al explicar sobre la Virtud teologal de la fe.
Pasos para aumentar nuestra fe

Todo cristiano debe tener la convicción de que la fe es un don y no una conquista humana. Es un regalo de Dios y no un derecho del hombre. El tema de la fe es un tema sumamente importante, porque es la fe la que nos permite acercarnos a Dios (Hebreos 11,6).

El Padre Adolfo Güémez, L.C. sugiere tres pasos para que día a día incrementemos nuestra fe.

3 pasos para aumentar la fe

1- Pedir la fe a diario. Es necesario pedir la fe todos los días, como el hombre del Evangelio al cual Jesús le pregunta, ¿Crees de verdad que puedo hacer este milagro? A lo que él responde: «Señor yo creo, pero aumenta mi fe».

Tenemos fe, pero aun no es suficiente. Pidamos a Dios todos los días que aumente nuestra fe.

2- Estudiar la fe: Para aumentar la fe es importante conocerla por medio del estudio. Una fe que ilumina es una fe que se alimenta, por lo tanto es una fe que crece. ¿Hace cuanto que no vas a una conferencia sobre temas de Fe? ¿Hace cuanto que no lees un libro relacionado a esa virtud teologal? ¿Hace cuanto que no conversamos con alguien que sabe más que nosotros sobre la Fe?

Para que aumente nuestra fe, debemos estudiarla y estudiándola nos enamoraremos más de ella, debemos conocer su belleza y abrazarla, y hacer que crezca en nosotros día a día.

3- Vivir la fe: Es fundamental vivir la fe. Viviéndola es como se ejercita más plenamente nuestra fe. Vivir la fe es como ejercitar un músculo, si no se practica se debilita.

La fe se vive todos los días confiando en la providencia de Dios, dando testimonio de la fe y hablando de ella, no debemos avergonzarnos de lo que creemos, ya que eso define quienes somos.

Crecer en la Fe a nivel Experiencial y Racional

Por su parte, Benedicto XVI, nos propone crecer en la fe por medio de los niveles experienciales y racionales. Él nos explica cómo crecer en esta virtud en estos términos:

Primero quiero presentar la fe como virtud teologal, es decir, como algo que no viene de nosotros mismos, sino que nos es dado de Otro (de parte de Dios); la fe como un Don de Dios. La fe que no es un acto de signo carnal, que surge de las motivaciones humanas, sino algo que, como Don de Dios, encuentra en Él su fundamento (Jn 6,37.44.65). Teniendo claro esta parte, nosotros debemos iniciar nuestra oración siempre pidiendo como el padre del endemoniado: Señor, creo, pero aumenta mi fe (Mc 9,24).

El segundo aspecto es que la fe se da en un acto de encuentro con Dios. Lo que se podría llamar la dimensión experiencial. El hombre, delante de la irrupción de Dios en su historia, responde confiando plenamente en Él. En el Antiguo Testamento, la fe consiste en el apoyarse en Yahvé, donde el hombre más débil se hace fuerte, ya que su salvación se funda en la fuerza de Dios (Is 12,2; 30,8-15; 45,14; Ab 2,4; 3,12; Sal 28-7-8). Este aspecto de fidelidad y confianza en Dios aparece en modo evidente con la palabra «amén», que viene usada en las fórmulas litúrgicas de las doxologías (D. VITALI, Esistenza cristiana, 54-55). Por eso la fe viene unida, para el creyente, a las obras realizadas por Dios, de allí que la fe en Yahvé significa, en el sentido más profundo, decir «amén» a Dios.

El creyente debe tener en cuenta que no solo la fe vivida, o la fe experiencial basta para dar respuestas, es necesario reflexionar sobre la relación que se tiene con Dios, preguntar

En el Nuevo Testamento, la fe experiencial nace del acercamiento y del diálogo con la persona de Jesús; se trata de confianza en Él, al punto que aparece como condición previa y esencial para los milagros (Mc 10,51; Lc 5,5). Para Pablo, la dimensión fundamental de la justificación es la confianza en la gracia de Dios en Jesucristo, por el cual el ser humano funda la propia existencia en Él, renunciando a toda autosuficiencia (Cf. J. SÁNCHEZ BOSCH, “Gloriarse” según san Pablo. Sentido y teología de kaucaomai. PIB, Roma 1970, 161-183; 308-324).

El tercer aspecto es la fe como acto de confesión, que implica un requisito racional; lo que podríamos llamar la dimensión intelectual, la cual exige un grado de conocimiento de un contenido, en manera que el creyente pueda dar razón de su fe (1P 3,15). El creyente debe tener en cuenta que no solo la fe vivida, o la fe experiencial basta para dar respuestas, es necesario reflexionar sobre la relación que se tiene con Dios, preguntarse si aquella fe vivida es realmente una buena respuesta a Dios.

Basta ver algunos ejemplos de la Escritura para darnos cuenta que la fe experiencial implica el hacer una reflexión; Moisés, reflexionando delante de la zarza ardiente, encuentra a Dios, cuyo mensaje lo impulsa a pensar sobre la misión confiada a él y sobre la relación con este Dios que se ha revelado como «yo soy el que soy» (Ex 3,2-4,17); Buscando la relación profunda con Dios, los primeros discípulos se acercaron a Jesús, confesado por Juan como «el cordero de Dios que quita el pecado del mundo» y crecieron en la fe conociéndolo siempre mejor (Jn 1,29-39); y el encuentro de Pedro con Jesús, en su vocación en el lago, lleva a Pedro a dudar de ser digno de esta relación, reconociendo la divinidad de Jesús y su propia indignidad (Cf. Lc 5,1-11).

En conclusión, no existe ninguna relación sin reflexión sobre la otra persona, y no hay ninguna relación de fe sin una reflexión inicial sobre Dios y sobre lo que significa esta misma relación.

Debemos orar siempre, pidiendo a Dios que siga derramando su Espíritu Santo en nosotros, de manera que venga en aumento la fe que se nos ha dado en el Bautismo. Vivamos la fe como ese tesoro y ese regalo gigante que Dios nos obsequiar.

Finalmente el Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda: «La fe es un don gratuito que Dios hace al hombre. Este don inestimable podemos perderlo; san Pablo advierte de ello a Timoteo: “Combate el buen combate, conservando la fe y la conciencia recta; algunos, por haberla rechazado, naufragaron en la fe” (1 Tm 1,18-19). Para vivir, crecer y perseverar hasta el fin en la fe debemos alimentarla con la Palabra de Dios; debemos pedir al Señor que nos la aumente (cf. Mc 9,24; Lc 17,5; 22,32); debe “actuar por la caridad” (Ga 5,6; cf. St 2,14-26), ser sostenida por la esperanza (cf. Rm 15,13) y estar enraizada en la fe de la Iglesia (CIC 162).

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