«Dichosos los que han creído sin haber visto»
(Juan 20, 19-31) Tomás respondió y le dijo: «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús le dijo: «Porque me has visto, has creído; dichosos los que han creído sin haber visto».
(Juan 20, 19-31) Tomás respondió y le dijo: «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús le dijo: «Porque me has visto, has creído; dichosos los que han creído sin haber visto».
(Juan 11, 1-45) «Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber estado allí, para que crean. Ahora, vamos allá»
(Marcos 8, 27-33) «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» Pedro le respondió: «Tú eres el Mesías». Y él les ordenó que no se lo dijeran a nadie.
(Lucas 7, 19-23) «Volved y anunciad a Juan lo que acabáis de ver y oír: ciegos ven, cojos andan, leprosos son limpiados, sordos oyen, muertos resucitan, a pobres se les anuncia la Buena Nueva. Y ¡bienaventurado el que no se escandalizare de Mí!»
(Mateo 21, 28-32) «En verdad, os digo, los publicanos y las rameras entrarán en el reino de Dios antes que vosotros»
(Lucas 17, 11-19) Entonces Jesús dijo: «¿No fueron limpiados los diez? ¿Y los nueve dónde están? ¿No hubo quien volviese a dar gloria a Dios sino este extranjero?» Y le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado»
(Lucas 17, 3b-10) Y el Señor dijo: «Si tuvierais alguna fe, aunque no fuera más grande que un grano de mostaza, diríais a este sicomoro: “Desarráigate y plántate en el mar”, y él os obedecería.
(Lucas 9, 43-45) «Vosotros, haced que penetren bien en vuestros oídos estas palabras: el Hijo del hombre ha de ser entregado en manos de los hombres»
(Lucas 15, 1-10) Y una vez que la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría y al llegar a su casa, reúne a los amigos y vecinos y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque ya encontré la oveja que se me había perdido’.
(Lucas 14, 25-33) «Si alguno quiere seguirme y no me prefiere a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, más aún, a sí mismo, no puede ser mi discípulo […]»
(Lucas 14, 1.7-14) «[…] Porque el que se engrandece a sí mismo, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido»
(Lucas 13, 22-30) «Esfuércense en entrar por la puerta, que es angosta, pues yo les aseguro que muchos tratarán de entrar y no podrán»
(Lucas 12, 49-53) «”He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y cómo me angustio mientras llega!»
(Lucas 12, 32-48) «[…] Al que mucho se le da, se le exigirá mucho, y al que mucho se le confía, se le exigirá mucho más»
(Lucas 12, 13-21) Y dirigiéndose a la multitud, dijo: «Eviten toda clase de avaricia, porque la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea»
(Lucas 10, 38-42) «¡Marta, Marta! tú te afanas y te agitas por muchas cosas. Una sola es necesaria. María eligió la buena parte, que no le será quitada»
(Lucas 9, 51-62) Otro le dijo: «Te seguiré, Señor; pero déjame primero despedirme de mi familia». Jesús le contestó: «El que empuña el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios»
(Lucas 4, 21-30) «En verdad, os digo, ningún profeta es acogido en su tierra»
¿Nació nuestro Señor Jesucristo el 25 de diciembre? ¿Qué tiene que ver Papá Noel con esto? ¿Alguna relación con el solsticio de invierno? En Navidad conmemoramos un hecho histórico verdadero: el nacimiento Jesús de Nazareth. Es necesario redescubrir la verdadera esencia de lo que celebramos: Que Dios, que es amor, nos envió a su Hijo.
(Marcos 10, 35-45) Pero Jesús les dijo: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que Yo he de beber, o recibir el bautismo que Yo he de recibir?»