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Los efectos del pecado
(Mateo 13, 10-17) «[…] Pero, dichosos ustedes, porque sus ojos ven y sus oídos oyen. Yo les aseguro que muchos profetas y muchos justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron»
(Mateo 13, 10-17) «[…] Pero, dichosos ustedes, porque sus ojos ven y sus oídos oyen. Yo les aseguro que muchos profetas y muchos justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron»
(Mateo 13, 1-9) «[…] Otras cayeron sobre tierra buena, y dieron fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta. ¡Quien tiene oídos, oiga!»
(Mateo 12, 46-50) «He aquí a mi madre y mis hermanos. Quienquiera que hace la voluntad de mi Padre celestial, éste es mi hermano, hermana o madre»
(Mateo 12, 38-42) «Una raza mala y adúltera requiere una señal: no le será dada otra que la del profeta Jonás. Pues así como Jonás estuvo en el vientre del pez tres días y tres noches, así también el Hijo del hombre estará en el seno de la tierra tres días y tres noches. Los ninivitas se levantarán, en el día del juicio, con esta raza y la condenarán, porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás; ahora bien, hay aquí más que Jonás[…]»
(Marcos 6, 30-34) Nuevamente reunidos con Jesús, le refirieron los apóstoles todo cuanto habían hecho y enseñado. Entonces les dijo: «Venid vosotros aparte, a un lugar desierto, para que descanseis un poco»
(Marcos 6, 30-34) Nuevamente reunidos con Jesús, le refirieron los apóstoles todo cuanto habían hecho y enseñado. Entonces les dijo: «Venid vosotros aparte, a un lugar desierto, para que descanséis un poco». Porque muchos eran los que venían e iban, y ellos no tenían siquiera tiempo para comer.
(Mateo 11, 25-27) «[…] El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar»
(Mateo 11, 20-24) «¡Ay de ti Corazín! ¡Ay de ti Betsaida! porque si en Tiro y en Sidón se hubiesen hecho los prodigios que han sido hechos en vosotras, desde hace mucho tiempo se habrían arrepentido en saco y en ceniza. Por eso os digo, que el día del juicio será más soportable para Tiro y Sidón que para vosotras»
(Mateo 10, 24-33) No teman a los hombres. No hay nada oculto que no llegue a descubrirse; no hay nada secreto que no llegue a saberse. Lo que les digo de noche, repítanlo en pleno día y lo que les digo al oído, pregónenlo desde las azoteas.
(Marcos 6, 9-13) Entonces, llamando a los doce, comenzó a enviarlos, de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos, y les ordenó que no llevasen nada para el camino, sino sólo un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero en el cinto, sino que fuesen calzados de sandalias, y no se pusieran dos túnicas.
(Mateo 10, 1-7) «No vayáis hacia los gentiles y no entréis en ninguna ciudad de samaritanos, sino id más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Y de camino predicad diciendo: “El reino de los cielos se ha acercado”»
(Marcos 6, 1-6) Mas Jesús les dijo: «No hay profeta sin honor sino en su tierra, entre sus parientes y en su casa». Y no pudo hacer allí ningún milagro; solamente puso las manos sobre unos pocos enfermos, y los sanó. Y se quedó asombrado de la falta de fe de ellos. Y recorrió las aldeas a la redonda, enseñando.
(Mateo 9, 9-13) «No son los sanos los que tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Id, pues, y aprended lo que significa: “Misericordia quiero y no sacrificio”. Porque no he venido a llamar justos, sino pecadores»
(Mateo 9, 1-8) «¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: “Te son perdonados los pecados”, o decir: “Levántate y camina?” ¡Y bien! para que sepáis que tiene poder el Hijo del hombre, sobre la tierra, de perdonar pecados –dijo, entonces, al paralítico–: “Levántate, cárgate la camilla y vete a tu casa”»
(Mateo 8, 28-34) «¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Acaso has venido hasta aquí para atormentarnos antes del tiempo señalado?»
(Mateo 8, 18-22) Jesús le respondió: «Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene en donde reclinar la cabeza»
(Marcos 5, 21-43) Mas Él le dijo: «¡Hija! tu fe te ha salvado. Vete hacia la paz y queda libre de tu mal»
(Mateo 8, 5-17) Y dijo Jesús al centurión: «Anda; como creíste, se te cumpla». Y el criado en esa misma hora fue sanado.
(Marcos 5, 21-43) En el acto Jesús, conociendo en sí mismo que una virtud había salido de Él, se volvió entre la turba y dijo: «¿Quién ha tocado mis vestidos?». Respondiéronle sus discípulos: «Bien ves que la turba te oprime, y preguntas: “¿Quién me ha tocado?”».
(Mateo 8,1-4) Y he aquí que un leproso se aproximó, se prosternó delante de Él y le dijo: «Señor, si Tú quieres, puedes limpiarme». Y Él, tendiéndole su mano, lo tocó y le dijo: «Quiero, queda limpio», y al punto fue sanado de su lepra.
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