Fiesta de Santa María Magdalena
(Juan 20, 1-2. 11-18) «Mujer, ¿por qué estás llorando? ¿A quién buscas? Ella les contestó: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo habrán puesto”.»
(Juan 20, 1-2. 11-18) «Mujer, ¿por qué estás llorando? ¿A quién buscas? Ella les contestó: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo habrán puesto”.»
(Mateo 12, 38-42) «Una raza mala y adúltera requiere una señal: no le será dada otra que la del profeta Jonás. Pues así como Jonás estuvo en el vientre del pez tres días y tres noches, así también el Hijo del hombre estará en el seno de la tierra tres días y tres noches. Los ninivitas se levantarán, en el día del juicio, con esta raza y la condenarán, porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás; ahora bien, hay aquí más que Jonás[…]»
(Marcos 6, 30-34) Nuevamente reunidos con Jesús, le refirieron los apóstoles todo cuanto habían hecho y enseñado. Entonces les dijo: «Venid vosotros aparte, a un lugar desierto, para que descanseis un poco»
(Marcos 6, 30-34) Nuevamente reunidos con Jesús, le refirieron los apóstoles todo cuanto habían hecho y enseñado. Entonces les dijo: «Venid vosotros aparte, a un lugar desierto, para que descanséis un poco». Porque muchos eran los que venían e iban, y ellos no tenían siquiera tiempo para comer.
(Mateo 12, 14-21) «Muchos lo siguieron y él curó a todos los enfermos y les mandó enérgicamente que no lo publicaran, para que se cumplieran las palabras del profeta Isaía […]»
(Mateo 12, 1-8) «Misericordia quiero y no sacrificios, no condenarían a quienes no tienen ninguna culpa»
(Mateo 11, 28-30) «Tomad sobre vosotros el yugo mío, y dejaos instruir por Mí, porque manso soy y humilde en el corazón; y encontrareis reposo para vuestras vidas»
(Mateo 11, 25-27) «[…] El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar»
(Mateo 11, 20-24) «¡Ay de ti Corazín! ¡Ay de ti Betsaida! porque si en Tiro y en Sidón se hubiesen hecho los prodigios que han sido hechos en vosotras, desde hace mucho tiempo se habrían arrepentido en saco y en ceniza. Por eso os digo, que el día del juicio será más soportable para Tiro y Sidón que para vosotras»
(Mateo 12, 46-50) «He aquí a mi madre y mis hermanos. Quienquiera que hace la voluntad de mi Padre celestial, éste es mi hermano, hermana o madre»
(Mateo 10, 34-11, 1) «No piensen que he venido a traer la paz a la tierra; no he venido a traer la paz, sino la guerra»
(Mateo 23, 8-12) «El mayor entre ustedes será su servidor. Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado»
(Marcos 6, 7-13) Partieron, pues, y predicaron el arrepentimiento. Expulsaban también a muchos demonios, y ungían con óleo a muchos enfermos y los sanaban.
(Mateo 10, 24-33) No teman a los hombres. No hay nada oculto que no llegue a descubrirse; no hay nada secreto que no llegue a saberse. Lo que les digo de noche, repítanlo en pleno día y lo que les digo al oído, pregónenlo desde las azoteas.
(Marcos 6, 9-13) Entonces, llamando a los doce, comenzó a enviarlos, de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos, y les ordenó que no llevasen nada para el camino, sino sólo un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero en el cinto, sino que fuesen calzados de sandalias, y no se pusieran dos túnicas.
(Mateo 10, 16-23) Y entregará a la muerte hermano a hermano y padre a hijo; y se levantarán hijos contra padres y los harán morir. Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que perseverare hasta el fin, ese será salvo. Cuando os persiguieren en una ciudad, huid a otra.
(Mateo 10, 7-15) Recibisteis gratuitamente, dad gratuitamente. No tengáis ni oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos; ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el obrero es acreedor a su sustento.
(Mateo 10, 24-33) «A quien me reconozca delante de los hombres, yo también lo reconoceré ante mi Padre, que está en los cielos»
(Mateo 10, 1-7) «No vayáis hacia los gentiles y no entréis en ninguna ciudad de samaritanos, sino id más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Y de camino predicad diciendo: “El reino de los cielos se ha acercado”»
(Mateo 9, 32-38) «La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos»