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Poderosas armas a las que todos podemos acudir contra los ataques del demonio

La «jaculatoria carmelitana contra las tentaciones» y la cruz o medalla de San Benito son medios eficaces que protegen al cristiano de las asechanzas del enemigo. Estos sacramentales son herramientas que nos proporciona la Iglesia y que colaboran en nuestra santificación.
Poderosas armas a las que todos podemos acudir contra los ataques del demonio

Tomado de OratorioCarmelitano.com

Cuenta la historia que un sacerdote estaba exorcizando a un endemoniado. En mitad de la ardua pelea, el demonio no dejaba de decir improperios y blasfemias pero, cuando el sacerdote mencionaba a la Madre de Cristo, callaba. El sacerdote quiso saber por qué blasfemaba contra todo lo sagrado menos contra la Virgen Santa María, a lo que el demonio respondió que Cristo no permitía que insultasen a su Santa Madre.

Esto nos debe hacer caer en la cuenta de cuánto es de poderosa la Santísima Virgen María en lo que se refiere a la lucha contra el enemigo (o enemigos, más bien) de nuestra salvación. No en vano en Génesis 3:15 se dice una frase que la Iglesia desde tiempos antiguos interpretó como anticipación de la Virgen Santa María: «ella te pisará la cabeza cuando tú la hieras el calcañar», ya que la Virgen María se puede decir que es la antítesis de Eva, la cual se dejó seducir y engañar por «la serpiente antigua» (que es Satanás).

Cuenta un religioso carmelita que estaba ante los pies de Nuestra Señora, mientras era terriblemente tentado, la Virgen Carmelitana le inspiró una jaculatoria con la que poder defenderse cuando fuese atacado por el enemigo. Sin embargo, las huestes diabólicas, tremendamente enfadadas por la protección que ofrecía esa jaculatoria, trataron de que el devoto carmelita dejara de usarla amenazándole con que cuanto él más la repitiese, más le iban a importunar, de forma que tendría que estar repitiendo la jaculatoria todo el tiempo sin cesar.

Entonces Nuestra Señora le puso en sus manos una cruz de San Benito, con el fin de que, de esa forma, los demonios no solo dejasen de atacarle, sino que se alejasen.

La «jaculatoria carmelitana contra las tentaciones» y la cruz o medalla de San Benito son medios eficaces que protegen al cristiano, estos sacramentales se refuerzan mutuamente, trabajando al unísono para la protección del cristiano durante las tentaciones y asechanzas del enemigo. Herramientas que el Señor nos da y que colaboran a nuestra santificación, para ayudarnos en el tortuoso camino, lleno de peligros, amenazas y tropiezos, sobre este mundo terrenal.

La cruz o medalla de San Benito es bien conocida por la mayoría de fieles cristianos, su historia se remonta a siglos antiguos, de hecho se pierde en la noche de los tiempos. No se sabe muy bien cómo nació, se cree que empezó a usarse durante los siglos XII o XIV, pero son solo conjeturas. La clave de la misma se consiguió descubrir gracias a un libro del siglo XIV encontrado en el monasterio benedictino de Metten, en Baviera (Alemania) en el año 1647. Mucho más reciente, en el siglo pasado, se encontró en el monasterio de Wolfenbüttel un manuscrito con la parte final del texto de la medalla.

Ya en marzo de 1742 el pontífice Benedicto XIV aprobó el uso de la medalla, y al día de hoy se utiliza como un sacramental de la Iglesia contra los ataques de los espíritus de las tinieblas.

Estos sacramentales cumplen una función de ayuda al cristiano en el camino de su fe, a veces tortuoso, sirviéndose del honor que Cristo dio a su Iglesia

Obviamente, la medalla en sí no otorga ningún poder, no es más que un objeto religioso, y es Cristo, en última instancia, de quien parte realmente ese poder. La medalla, como el mismo manto de Jesús en el caso de la hemorroísa que nos cuenta la Biblia (Marcos 5, 21-43) o las vestiduras de San Pablo que curaban enfermos (Hechos 19,12: «Y hacía Dios milagros extraordinario por mano de Pablo de tal manera que aún se llevaban a los enfermos los paños o delantales de su cuerpo y las enfermedades se iban de ellos y los espíritus malos salían»), actúa como un simple medio, el cual por sí solo no es más que un trozo de metal (o de tela, papel o lo que sea) sin valor alguno, y es la fe en Cristo, en suma, la que hace posible su utilidad.

Estos sacramentales cumplen una función de ayuda al cristiano en el camino de su fe, a veces tortuoso, sirviéndose del honor que Cristo dio a su Iglesia en donde «todo lo que aten en la tierra quedará atado en el Cielo y todo aquello que desaten en el Tierra quedará desatado en el Cielo» (Mateo 18,18). No se les debe confundir, por tanto, ni tratar, como simple superstición, ya que el objeto en sí no otorga ningún remedio ni poder, sino que es un medio que muestra nuestra fe y devoción.

El exorcismo completo con la medalla es, pues, el siguiente: «Que La santa Cruz sea mi luz y que el Demonio no sea mi guía. Retírate Satanás. No me sugieras vanidades. Cosas malas son las que tú ofreces. Bebe tú mismo tu veneno».

Antes de usar la medalla, conviene que ésta sea exorcizada y bendecida. Son dos fórmulas diferentes, y son las siguientes:

Exorcismo sobre la medalla:
Guía: Nuestra ayuda nos viene del Señor Jesucristo
Respuesta: Que hizo el cielo y la tierra.
Oración:
Te ordeno, espíritu del mal, que abandones esta medalla, en el nombre de Dios Padre Omnipotente, que hizo el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos se contiene.
Que desaparezcan y se alejen de esta medalla toda la fuerza del adversario, todo el poder del diablo, todos los ataques e ilusiones de Satanás, a fin de que todos los que la usaren gocen de la salud de alma y cuerpo.
En el nombre del Padre Omnipotente y de su Hijo, nuestro Señor, y del Espíritu Santo Paráclito, y por la caridad de Jesucristo, que ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos y al mundo por el fuego. Amén.

A continuación, se realiza la bendición propiamente dicha:
Guía: Señor, escucha mi oración.
Respuesta: Y mi clamor llegue a ti.
Oración:
Dios omnipotente, dador de todos los bienes, te suplicamos humildemente que por la intercesión de San Benito, infundas tu bendición sobre esta sagrada medalla, a fin de que quien la lleve, dedicándose a las buenas obras, merezca conseguir la salud del alma y del cuerpo, la gracia de la santificación, y todas la indulgencias que se otorgan a los portadores de la medalla, y que por la ayuda de tu misericordia se esfuerce en evitar la acechanzas y engaños del diablo, y merezca aparecer santo y limpio en tu presencia.
Te lo pedimos por Cristo, nuestro Señor. Amén.

Los devotos de la medalla tienen, además, una oración propia que pueden rezar habitualmente:

¡Oh, Dios y Señor! Que con tantos y tan grandes privilegios honraste la preciosa muerte del glorioso San Benito, concédenos que en la hora de nuestra muerte, seamos defendidos de las acechanza del enemigo con la bienaventurada presencia del mismo Santo patriarca, cuya memora veneramos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén

La medalla (o la cruz de la buena muerte, si va incrustada aquélla en una cruz) según la tradición, nos es útil, entre otras cosas:

– Para destruir la brujería y todas las demás influencias y obsesiones diabólicas.
– Para impartir protección a las personas tentadas, engañadas, o atormentadas por espíritus malignos (podemos, en este caso, regalársela para que las proteja).
– Para obtener la conversión de los pecadores en la Iglesia Católica, especialmente cuando se encuentran en peligro de muerte.
– Para servir como una armadura contra la tentación.
– Para destruir los efectos del veneno.
– Para asegurar un parto oportuno y saludable para los niños.
– Para brindar protección contra las tormentas y los rayos.
– Para servir como un remedio eficaz para dolencias corporales y un medio de protección contra las enfermedades contagiosas.

El uso de la medalla es indiferente: podemos llevarla colgada del cuello, en el bolsillo, colgada del Rosario…

La medalla en unión con la jaculatoria carmelitana de protección ante las tentaciones
No debemos desdeñar ni despreciar estos poderosos auxilios, como las reliquias o el agua bendecida, poseen una fuerza especial que ayudan al cristiano a reforzar su confianza y a sostenerse en pie.

Obviamente no debe faltar lo principal, que es la fe, ya que estos objetos son de tipo sacramental que añaden, por el valor religioso que representan, una ayuda espiritual.

Jaculatoria

La oración jaculatoria, por su parte, es un sistema de oración que podemos hacer en cualquier parte, tiempo y lugar, muy aconsejada (y practicada de diversas maneras) por santos, pontífices y religiosos en todo tiempo y lugar. Valiosa es también este tipo de oraciones para las personas ancianas, o enfermas o impedidas que no pueden rezar oraciones largas o que se les olvidan.

Esta poderosa jaculatoria carmelitana contra las acechanzas del maligno dice así: «Madre mía Carmelitana, aleja de mí las tentaciones del enemigo».

Aunque la jaculatoria puede usarse sola, si lo necesitamos puede acompañarse, como acabamos de contar, con la medalla o cruz de San Benito, y así lo ha mostrado Nuestra Madre del Monte Carmelo, suponiendo un signo de protección que le añade aún más valor (y fuerza) a las propiedades y bondades de la misma medalla de San Benito.

Hay que destacar que la medalla o cruz de San Benito no incluye ninguna jaculatoria, sino un exorcismo directamente contra Satanás. La Santísima Virgen Carmelitana, al incluir además una jaculatoria nos ofrece un medio especialmente valioso y muy importante, al usarla a ella como defensora nuestra. No en vano, conviene no olvidarlo, su mismo Escapulario, el manto carmelitano, es un signo y prenda de protección, por lo que ese papel de Madre Protectora de los cristianos se refuerza mediante el uso de esta jaculatoria directamente a ella, invocándola y poniéndola de «parapeto», si se quiere ver así, contra el demonio.

El maligno enemigo puede tumbarnos, hacernos temblar o palidecer, pero lo que es seguro es que no tiene poder sobre la Madre de Dios, de manera que reforzar la medalla de San Benito con la jaculatoria de Nuestra Señora del Carmen, no es solo un acertado recurso, sino un medio eficaz para ponernos a salvo cuando seamos tentados por los invisibles y malignos enemigos de nuestra fe, que intentan por todos los medios alejarnos de nuestra salvación y perdernos para siempre. Recurramos, pues, a Ella, nuestra Señora y Reina, la Madre de Jesucristo Hijo de Dios, y pongámonos bajo su amparo y asistencia, de su mano caminaremos seguros.

Indulgencias otorgadas

La medalla o «la cruz de la buena muerte» posee las siguientes indulgencias:
– Indulgencia incondicional a cualquier persona en el momento de la muerte que «use, bese o tenga la Medalla entre las manos con veneración». En caso de no poder hacerlo, basta con que invoque con sus labios el Santo Nombre de Jesús con profundo sentimiento de contrición, o con el corazón si la persona no puede hablar. También se puede obtener la indulgencia si se encomienda su alma a Dios, hace una buena confesión o recibe la Santa Comunión.

– Indulgencia plenaria en la Fiesta de San Benito, el 11 de julio, siguiendo las condiciones habituales que manda la Santa Iglesia: confesión sacramental, Comunión Eucarística y oración por las intenciones del sumo pontífice. También en las solemnidades (Navidad, Epifanía, Pascua de Resurrección, Ascensión, Pentecostés, la Santísima Trinidad, Corpus Christi, La Asunción, La Inmaculada Concepción, el nacimiento de María, y en Todos los Santos), si durante esa semana se reza el Santo Rosario, se hace una obra de caridad (visita a los enfermos, ayuda a los pobres, enseña la Fe a los niños), y participa en la Santa Misa.

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1 comentario en “Poderosas armas a las que todos podemos acudir contra los ataques del demonio”

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