San Bernardo, Abad y Doctor de la Iglesia
(Juan 17, 1. 20-26) «Les di a conocer tu Nombre, y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que Tú me amaste esté en ellos, y Yo también esté en ellos»
(Juan 17, 1. 20-26) «Les di a conocer tu Nombre, y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que Tú me amaste esté en ellos, y Yo también esté en ellos»
Lo llamaban «El Doctor boca de miel». Su inmenso amor a Dios y a la Virgen Santísima y su deseo de salvar almas lo llevaron a estudiar por horas y horas cada sermón que iba a pronunciar, y luego como sus palabras iban precedidas de mucha oración y de grandes penitencias, el efecto era fulminante en los oyentes. Los que quieren progresar en su amor a la Madre de Dios, necesariamente tienen que leer los escritos de San Bernardo por la claridad y el amor con que habla de ella. Él fue quien compuso aquellas últimas palabras de la Salve: «Oh, clemente, oh, piadosa, oh, dulce Virgen María». Y repetía la bella oración que dice: «Acuérdate oh Madre Santa, que jamás se oyó decir, que alguno a Ti haya acudido, sin tu auxilio recibir». Sermón de San Bernardo sobre «Las cuatro fuentes que manan del paraíso terrenal» El alma fiel tiene su paraíso, pero espiritual y no terreno. Ahí el alma goza más que con todas las riquezas. De este paraíso brotan cuatro fuentes: la verdad, la caridad, la fuerza y la sabiduría. Estas fuentes ofrecen un agua medicinal al alma enferma. Las enfermedades que aquejan al alma son cuatro
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