La necesidad de la soledad
(Lucas 9, 18-22) Un día que estaba orando a solas, hallándose con Él sus discípulos, les hizo esta pregunta: “¿Quién dicen las gentes que soy Yo?”
(Lucas 9, 18-22) Un día que estaba orando a solas, hallándose con Él sus discípulos, les hizo esta pregunta: “¿Quién dicen las gentes que soy Yo?”
(Juan 1, 47-51) «En verdad, en verdad os digo: Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del hombre»
(Lucas 9, 7-9) «El rey Herodes se enteró de todos los prodigios que Jesús hacía y no sabía a qué atenerse»
(Lucas 9, 1-6) Habiendo llamado a los Doce, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para curar enfermedades. Y los envió a pregonar el reino de Dios y a sanar a los enfermos.
(Mateo 9, 35-38) «Jesús dijo a sus discípulos: “La mies es grande, mas los obreros son pocos. Rogad pues al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies”»
(Lucas 8, 19-21) «Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica»
(Lucas 9, 43-45) «Presten mucha atención a lo que les voy a decir: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres»
(Lucas 8, 16-18) «Nada hay oculto que no deba ser manifestado, ni nada secreto que no deba ser conocido y sacado a luz»
(Mateo 20, 1-16) «[…]¿has de ser tú envidioso, porque yo soy bueno?”. Así los últimos serán primeros, y los primeros, últimos»
(Lucas 8, 4-15) A vosotros ha sido dado conocer los misterios del reino de Dios; en cuanto a los demás (se les habla) por parábolas, para que «mirando, no vean; y oyendo, no entiendan»
(Lucas 9, 1-6) «No lleven nada para el camino: ni bastón, ni morral, ni comida, ni dinero, ni dos túnicas. Quédense en la casa donde se alojen, hasta que se vayan de aquel sitio. Y si en algún pueblo no los reciben, salgan de ahí y sacúdanse el polvo de los pies en señal de acusación»
(Lucas 8, 1-3) «En el tiempo siguiente anduvo caminando por ciudades y aldeas, predicando y anunciando la Buena Nueva del reino de Dios, y con Él los Doce, y también algunas mujeres, que habían sido sanadas de espíritus malignos y enfermedades»
(Lucas 7, 36-50) «Por lo cual, yo te digo: sus pecados, que son muchos, le han quedado perdonados, porque ha amado mucho. En cambio, al que poco se le perdona, poco ama»
(Mateo 9, 9-13) «No son los sanos los que necesitan de médico, sino los enfermos. Vayan, pues, y aprendan lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores»
(Lucas 7, 31-35) «Porque vino Juan el Bautista, que no come pan ni bebe vino, y vosotros decís: ‘Está endemoniado’»
(Lucas 9, 23-26) «Si alguno quiere venir en pos de Mí, renúnciese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; mas el que pierda su vida a causa de Mí, la salvará […]»
(Lucas 7, 11-17) Al verla, el Señor movido de misericordia hacia ella, le dijo: «No llores»
(Lucas 7, 1-10 ) «Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo, por eso ni siquiera me consideré digno de salir a tu encuentro. Mándalo de palabra, y quede sano mi criado»
(Mateo 18, 21-35) Entonces Pedro le dijo: «Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mí y le perdonaré? ¿Hasta siete veces?» Jesús le dijo: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete».
(Lucas 6, 43-49) «¿Por qué me llamáis: “Señor, Señor”, si no hacéis lo que Yo digo? Yo os mostraré a quien se parece todo el que viene a Mí, y oye mis palabras y las pone en práctica»
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