«Entonces, vi al sacerdote levantar la hostia y sentí una jaculatoria que salió de mi corazón en un susurro: “Señor mío y Dios mío. ¡Realmente eres Tú!” Continué resistiéndome a la conversión, pero la resistencia fue inútil desde aquél momento».
«Entonces, vi al sacerdote levantar la hostia y sentí una jaculatoria que salió de mi corazón en un susurro: “Señor mío y Dios mío. ¡Realmente eres Tú!” Continué resistiéndome a la conversión, pero la resistencia fue inútil desde aquél momento».