Al referirnos al Sagrado Corazón de Jesús, es innegable referirnos a Santa María Margarita de Alacoque, la religiosa de la Orden de la Visitación de Santa María que recibió las apariciones en lo que hoy es la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús en Paray-le Monial, Francia. Pero detrás de esta santa existe otro, su director espiritual, el jesuita Claudio de La Colombiere, que por su sabiduría y santidad no solo ayudó a entender los designios de Dios para el alma de Santa Margarita sino que ayudó a la propagación de esta amorosa devoción.
Nacimiento y primeros pasos en la vida religiosa
San Claudio nació en Saint-Symphorien d’Ozon, cerca de Lyón, en 1641. Pertenecía a una familia acomodada y bastante piadosa, pero él siempre sintió rechazo por abrazar la vida religiosa, hasta que ingresó al colegio de los Padres Jesuitas; entonces adquirió un enorme entusiasmo por esa orden y solicitó, terminado sus estudios de bachiller, el ingreso a la Compañía de Jesús. Tras ser admitido hizo sus votos en Avignon y a los dos años fue destinado al colegio de dicha ciudad a dar clases de gramática y humanidades, labor que la desempeñó durante cinco años. En 1666 es enviado a París, a estudiar Teología en el Colegio de Clermont; también se le confió la importante misión de ser el preceptor de los hijos de Colbert, Ministro de finanzas de Luis XIV.
Finalizado sus estudios de Teología y ordenado sacerdote, volvió a Lyon en calidad de profesor primero y director de la Congregación Mariana después.
Gran predicador y director espiritual
El año de la canonización de San Francisco de Sales (1665) los Superiores encomendaron a Claudio que hiciera uno de los sermones del nuevo santo ante las religiosas Salesas o de la Visitación. Y en aquella ocasión brillaron impresionantemente las cualidades de orador de este jesuita. Preparaba con delicado esmero cada uno de sus sermones; estos son modelos del género, tanto por la solidez de la doctrina como por la belleza del lenguaje.
«Me parece, Señor, que ya es tiempo de que empiece a vivir en Tí y sólo para Tí, pues a mi edad, Tú quisiste morir por mí en particular».
Cuando fue llamado a la profesión de los votos solemnes en la Compañía de Jesús, él añadió otro voto; el de fidelidad absoluta a las reglas de la Compañía, hasta en sus menores detalles. Según se lee en su diario, había ya vivido durante algún tiempo en esa fidelidad perfecta, y quería consagrar su conducta con un voto para hacerla más duradera. Por ese entonces tenía treinta y tres años, y eso le inspiró un gran deseo de morir completamente para el mundo y para sí mismo y vivir solo para Cristo: «Me parece, Señor, que ya es tiempo de que empiece a vivir en Tí y sólo para Tí, pues a mi edad, Tú quisiste morir por mí en particular».
Después de su profesión, en 1675, fue nombrado superior del Colegio de Paray-le Monial. Por un lado era un honor excepcional confiar a un reciente profeso el gobierno de una casa, pero dicha casa solo tenía unos cuatro o cinco padres, insignificante para los grandes dotes del santo. Pero era en realidad un gran designio de la providencia de Dios para ponerlo en contacto con un alma que necesitaba mucho de su ayuda: Margarita María de Alacoque.
“He aquí al que te he enviado”
Esta religiosa se hallaba en una gran desolación y turbación; recibía visiones extraordinarias de Jesús, que cada día se hacían más íntimas y claras. Margarita se había confiado a un sacerdote muy erudito, pero carente de conocimiento de mística. Este sacerdote dictaminó que era un engaño de Satanás, y esto desconcertaba a la santa quien empezó a pedir a Dios que envíe un confesor que la ayude. El Padre La Colombière fue un día a predicar a la comunidad de la Visitación. «Mientras él nos hablaba – escribió Margarita -, oí en mi corazón estas palabras: “He aquí al que te he enviado”». Desde la primera vez que Margarita fue a confesarse con el P. La Colombière, éste la trató como si estuviese al tanto de lo que le sucedía.
Testimonio ante la persecución. Muerte y gloria
Fue enviado el santo sacerdote a Inglaterra, y allí, como predicador de los altos empleados del gobierno, logró muchas conversiones de protestantes hacia el catolicismo. Su tema favorito era la devoción al Sagrado Corazón. Pero los protestantes, que eran muy poderosos en aquel país, le inventaron toda clase de calumnias y obtuvieron que fuera puesto preso y condenado a muerte. Sólo la intervención del rey Luis XIV de Francia logró que no lo mataran. Pero los meses pasados en la prisión le destruyeron casi por completo su salud.
«Cesad en vuestra aflicción. Invocadle. Nada temáis; más poder tiene ahora que nunca para socorrernos»
Después de haber dado maravilloso ejemplo de humildad y paciencia, Claudio La Colombiere entregó su alma a Dios al atardecer del 15 de febrero de 1682. Al día siguiente Santa Margarita María recibió un aviso del cielo en el sentido de que Claudio se hallaba ya en la gloria y no necesitaba de oraciones. Así escribió a una persona devota del querido difunto: «Cesad en vuestra aflicción. Invocadle. Nada temáis; más poder tiene ahora que nunca para socorrernos».
El P. La Colombière fue beatificado en 1929 y su Santidad Juan Pablo II lo declaró santo en 1992. La Iglesia Universal celebra su fiesta el día 15 de febrero.
San Claudio y el Sagrado Corazón de Jesús
La vida de este santo no es otra cosa que el modo que tuvo el Espíritu Santo, de conducir una vida, para convertirse en un gran apóstol de la devoción al Sagrado Corazón; y no solamente, por haber acompañado en dirección espiritual a aquella que fuera la elegida para recibir de Dios las revelaciones del amor misericordioso de Dios por nosotros, sino porque ayudó a esta monja a entender lo que Dios le decía y lo que decía a toda la humanidad; y no solo eso; sino que él mismo profesó antes de conocer, incluso a Santa Margarita María una gran devoción al Sagrado Corazón y después de conocerla, se dedicó toda su vida y sus muchas energías en propagar por todas partes esta devoción.
10 Frases del diario espiritual
- Dios mío, estoy tan persuadido de que velas sobre todos los que en Ti esperan
y de que nada puede faltar a quien de ti aguarda toda las cosas, que he resuelto vivir en adelante sin cuidado alguno, descargando sobre Ti todas mis inquietudes. Mas yo dormiré en
paz y descansaré; porque Tú ¡Oh Señor! Y sólo Tú, has asegurado mi esperanza (Sal 4,10). - Jesús, Tú eres el Amigo único y verdadero; no sólo compartes cada uno de mis padecimientos, sino que lo tomas sobre Ti y conoces el secreto de transformármelo en gozo. Me escuchas con bondad y, cuando te cuento mis amarguras, me las suavizas.Te encuentro en todo lugar, jamás te alejas y, si me veo obligado a cambiar de residencia, te encuentro allí donde voy. Nunca te hartas de escucharme; jamás te cansas de hacerme bien. Si te amo, estoy seguro de ser correspondido. No tienes necesidad de lo mío ni te empobreces al otorgarme tus dones. No obstante que soy un hombre pobre, nadie (sea noble, inteligente o santo) podrá robarme tu amistad. La misma muerte que separa a los amigos todos, me reunirá contigo.
- Sólo Tú aciertas a soportar mis defectos con extremada paciencia. Incluso mis infidelidades e ingratitudes, aunque te ofenden, no te impiden estar siempre dispuesto a concederme tu gracia y tu amor, si yo las deseo.
- Sí, Dios mío, Tú serás mi fuerza, mi guía, mi director, mi consejero, mi paciencia, mi ciencia, mi paz, mi justicia, mi prudencia. A Ti acudiré en las tentaciones, arideces, contrariedades y temores. No quiero temer nada en adelante, ni los engaños y ardides del demonio, ni mi debilidad, porque serás Tú mi fuerza en las pruebas; y me prometes serlo en proporción a mi confianza. Pero lo maravilloso es que cuando me pones en esta situación, al mismo tiempo me otorgas la misma confianza. Seas eternamente alabado y amado por todas las cosas creadas, ¡Oh amable Señor!
- Te den gloria también los otros demostrando con su fidelidad y su constancia cuan potente es tu gracia y cuan afable y generoso eres con quienes te son fieles; en cuanto a mí, te daré gloria dando a conocer a todos lo bueno que eres con los pecadores. Diré a todos que tu misericordia está muy por encima de cualquier malicia humana y que ninguna maldad tendrá poder de cansarla; que ninguna recaída, por vergonzosa y grave que sea, deberá llevar al pecador a desesperar de tu perdón.
- Señor, hágase tu voluntad, no la mía. Debo alabarte y darte gracias porque se cumplen en mí tus designios. Aunque estuviera en mi poder resistirme a tus decisiones, sin embargo no rechazaría someterme a ellas_ “No como yo quiero, sino como quieras tú” (Mt 26,39). Acepto de buen grado esta adversidad en sí misma y en todas sus circunstancias. Así que no me lamento del mal que habré de soportar ni de las personas que lo causan, ni del modo en que me ha llegado, ni de la coyuntura de tiempo y lugar en que me ha sobrevenido. Porque estoy convencido de que Tú has querido estas circunstancias y prefiero morir antes que oponerme en nada a tu querer. SÍ, Dios mío, hágase tu voluntad en mí y en todos los hombres, hoy y en todo momento, en el cielo y en la tierra. Cúmplase en la tierra como en el cielo.
- Dios mío, estoy tan persuadido de que veláis sobre todos los que en Vos esperan y de que nada puede faltar a quien de Vos aguarda toda las cosas, que he resuelto vivir en adelante sin cuidado alguno, descargando sobre Vos todas mis inquietudes. Mas yo dormiré en paz y descansaré; porque Tú ¡Oh Señor! Y sólo Tú, has asegurado mi esperanza.
- Los hombres pueden despojarme de los bienes y de la reputación; las enfermedades pueden quitarme las fuerzas y los medios de serviros; yo mismo puedo perder vuestra gracia por el pecado; pero no perderé mi esperanza; la conservaré hasta el último instante de mi vida y serán inútiles todos los esfuerzos de los demonios del infierno para arrancármela. Dormiré y descansaré en paz.
- Que otros esperen su felicidad de su riqueza o de sus talentos; que se apoyen sobre la inocencia de su vida, o sobre el rigor de su penitencia, o sobre el número de sus buenas obras, o sobre el fervor de sus oraciones. En cuanto a mí, Señor, toda mi confianza es mi confianza misma. Porque Tú, Señor, solo Tú, has asegurado mi esperanza.A nadie engañó esta confianza. Ninguno de los que han esperado en el Señor ha quedado frustrado en su confianza.
- Bien conozco ¡ah! Demasiado lo conozco, que soy frágil e inconstante; sé cuánto pueden las tentaciones contra la virtud más firme; he visto caer los astros del cielo y las columnas del firmamento; pero nada de esto puede aterrarme. Mientras mantenga firme mi esperanza, me conservaré a cubierto de todas las calamidades; y estoy seguro de esperar siempre, porque espero igualmente esta invariable esperanza. En fin, estoy seguro de que no puedo esperar con exceso de Vos y de que conseguiré todo lo que hubiere esperado de Vos.