La serpiente que levantó Moisés en el desierto, fue una prefiguración de lo que el Redentor haría por nosotros. Simboliza a Jesucristo quien fue elevado en lo alto de la Cruz para la salvación del hombre y para que éste tenga vida eterna.
Dios ha utilizado el mal, para quitar del mal un bien infinitamente mayor, el mayor de todos los bienes que la humanidad puede alcanzar: Nuestra redención.
Domingo IV – Tiempo de Cuaresma
Evangelio según san Juan 3, 14-21
«Y como Moisés, en el desierto, levantó la serpiente, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado. Para que todo el que cree tenga en Él vida eterna».
Porque así amó Dios al mundo: hasta dar su Hijo único, para que todo aquel que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Porque no envió Dios su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo por Él sea salvo. Quien cree en, Él, no es juzgado, mas quien no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. Y éste es el juicio: que la luz ha venido al mundo, y los hombres han amado más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo el que obra mal, odia la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprobadas. Al contrario, el que pone en práctica la verdad, viene a la luz, para que se vea que sus obras están hechas en Dios.