Una vida sin oración es una vida solitaria y extraviada, es perder el camino, porque el hombre fue creado por Dios y para Dios. Dice San Agustín, «para ti nos creaste Señor, y mi corazón está inquieto hasta que no repose en ti».
El apostolado requiere contemplación, pues no consiste solo en la transmisión de una doctrina, sino sobre todo en el testimonio de una persona, Jesucristo. «Nosotros no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído» (Hch 4, 20).
El apostolado requiere oración de petición, pues solo la gracia interior del Espíritu puede abrir el corazón de los hombres a la gracia externa de la predicación.
Solamente el que se esfuerza por hacer oración, es el que persevera en el apostolado.
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