Santa Cecilia: la primera santa de la historia con el cuerpo incorrupto

En el siglo II vivió la primera santa en experimentar el fenómeno de la incorruptibilidad. Conozca la historia de Santa Cecilia y sepa cómo su cuerpo fue encontrado preservado aún en el siglo XVI.

Tomado de Padrepauloricardo.org
Traducido y adaptado por
Formacioncatolica.org

La historia indica que la primera santa en experimentar el fenómeno de la incorruptibilidad fue Santa Cecilia, la patrona de los músicos. El año de su nacimiento es desconocido, pero se cree que ella murió alrededor del año 177 después de Cristo.

Santa Cecilia es una de las mártires más veneradas de la Iglesia de Roma, cuyo nombre incluso fue incluido en el Canon Romano junto a importantes personajes de la historia de la salvación, como, por ejemplo, S. Juan el Bautista, el protomártir S. Esteban y los santos apóstoles Matías y Bernabé.

Cecilia pertenecía a una rica y distinguida familia romana, que, a pesar del deseo de la niña de permanecer virgen, ofreció su mano en matrimonio a un joven noble llamado Valeriano. En la noche de bodas, Cecilia consiguió convencer a su esposo a respetar su voto de virginidad y, después, lo convirtió a la fe, cuando fue favorecido con una visión de su ángel de la guarda.  Su esposo, Valeriano, quedó asombrado ante el ejemplo de virtud y pureza de la joven esposa.

Valeriano y su hermano, Tiburcio, también convertido por ella, fueron perseguidos e instados a renunciar a la religión cristiana. Como ambos heroicamente se negaron a hacerlo, fueron decapitados y enterrados a lo largo de la Vía Apia. Cecilia fue presa por haber sepultado sus cuerpos y, por ese «crimen», tuvo que escoger entre sacrificar a los dioses paganos y enfrentar la muerte. Ella prontamente afirmó su fe y prefirió el camino del martirio.

Por su nobleza y juventud, sus verdugos decidieron ejecutarla en secreto, para evitar las previsibles críticas del pueblo. Cecilia fue presa en el baño de su casa para morir por asfixia por los vapores de agua. Ella permaneció un día y una noche enteros en ese ambiente sofocante, sin que le sucediera ningún mal.

Acostada hacia el lado derecho, con las manos cruzadas en oración, ella volvió su cabeza hacia el suelo y continuó rezando en la misma postura

Un ejecutor experimentado, entonces, fue enviado para cortarle la cabeza, pero, debido a la falta de coraje en matar a una mujer tan joven y bella, no pudo cortar su cabeza con los tres golpes prescritos por la ley. El verdugo acabó huyendo, dejando la santa en el suelo de su baño, viva y totalmente consciente, con la cabeza cortada a la mitad. Acostada hacia el lado derecho, con las manos cruzadas en oración, ella volvió su cabeza hacia el suelo y continuó rezando en la misma postura por tres días y tres noches. La posición de sus dedos, tres extendidos en la mano derecha y uno a la izquierda, fueron su última y silenciosa profesión de fe en la Santísima Trinidad.

Los primeros cristianos vistieron el cuerpo de la mártir con una rica túnica de seda y de oro y lo colocaron en un ataúd de ciprés en la misma posición en que expiró. A sus pies se colocaron los mantos y paños de lino usados ​​para recoger su sangre. Ella fue sepultada en las Catacumbas de San Calixto por un obispo de nombre Urbano, que también había bautizado a su marido y su cuñado.

En el año 822, durante el período de restauración de la iglesia dedicada a su memoria, el Papa Pascual I quiso trasladar los restos de la santa a un lugar de honor en su catedral, pero no podía localizar su tumba. La santa se le apareció en una visión extraordinaria mientras él rezaba y le contó el lugar en que estaba su cuerpo. La reliquia fue encontrada exactamente en el lugar indicado. El Papa, entonces, colocó el cuerpo, junto con los huesos de su marido, de su cuñado y del mártir Máximo, justo debajo del altar del templo.

Setecientos setenta y siete años después, en 1599 se produjo una de las más documentadas exhumaciones del cuerpo de un santo, cuando el Cardenal Paolo Emilio Sfondrati, amigo de San Felipe Neri, ordenó la restauración de algunas partes de la basílica. El 20 de octubre de ese año, mientras se trabajaba debajo y cerca del altar mayor, dos sarcófagos de mármol blanco fueron descubiertos: ellos correspondían a la descripción dejada por Pascual I de las urnas que contenían las reliquias de los santos mártires. El cardenal mandó que se abriera el sarcófago en presencia de testigos de incuestionable integridad. Después de que la cubierta de mármol fue removida, el ataúd original de ciprés fue encontrado en óptimo estado de conservación. El prelado, con comprensible emoción, levantó la tapa, dejando a la vista el tesoro que había sido guardado por los papas Urbano y Pascual. Los restos mortales fueron encontrados en la misma posición en que la santa había muerto, casi 1500 años antes. A través de un manto de seda que modestamente cubría su cuerpo, era posible ver el vestido dorado de la santa, la herida mortal en su cuello y las ropas manchadas de sangre. El Papa Clemente VIII fue inmediatamente informado del descubrimiento y envió al Cardenal Barón para examinar el caso, junto con Antonio Bosio, explorador de las catacumbas de Roma, que nos dejaron inestimables documentos describiendo esa exhumación.

Bosio registró su opinión de que la santa fue encontrada en la misma posición en que había expirado.

Mirando a través del viejo manto que cubría su cuerpo, notaron que Cecilia era de baja estatura, y que su cabeza estaba hacia abajo, pero, debido a una «santa reverencia», no hicieron ninguna otra examinación. Bosio registró su opinión de que la santa fue encontrada en la misma posición en que había expirado.

El Cardenal Sfondrato quiso guardar como memorial de ese tocante evento un pedazo del tejido cubierto de sangre, y distribuyó pequeñas reliquias a varios cardenales en Roma. Pero después de inspeccionar el último pedazo, que él había reservado para sí, el prelado descubrió pegado al tejido un pequeño fragmento del hueso de la santa, que había sido desplazado por la espada y que un cristiano primitivo había recogido sin darse cuenta mientras estancaba la herida de la santa mártir . Sfondrato preservó esa reliquia como un querido e inestimable tesoro y la colocó junto a los cráneos de San Valeriano, San Tiburcio y San Máximo, en relicarios separados para exposición.

El Cardenal también quiso retener un pequeño pedazo del vestido de la santa y, mientras lo sostenía, sintió bajo las ropas de la virgen las cuerdas y nudos de una camisa que ella probablemente usaba como cilicio.

La urna de la santa fue colocada en una sala situada en la parte superior de la nave de la basílica, donde podía ser vista a través de una ventana con rejas. La plataforma y la urna fueron cubiertas con cortinas de seda doradas, y la sala fue espléndidamente decorada con candelabros, bellas lámparas y flores de plata y oro. Después, el santuario fue inundado de un misterioso y agradable olor de rosas que procedía del ataúd.


Por orden del Papa Clemente VIII, la reliquia fue dejada expuesta allí hasta la fiesta de Santa Cecilia, el día 22 de noviembre, y tan grande era la multitud de fieles romanos que acudían a la basílica que la Guardia Suiza fue llamada al lugar para mantener el «orden».

Después del período de un mes de exposición, la reliquia, aún reposando en el antiguo ataúd de ciprés, fue colocada en un nuevo ataúd de plata, comisionado por el propio Papa como símbolo de su veneración por la santa mártir. En la presencia de 42 cardenales y representantes diplomáticos de varios países, el Papa celebró una Misa solemne durante la cual el cuerpo de la santa fue nuevamente depositado bajo el altar principal.

Se cree que Maderno ha representado a la santa en la exacta posición en que permaneció su cuerpo incorrupto

Un escultor de talento poco común, Stefano Maderno (1576-1636), que parecía empeñado en desempeñar su oficio durante la restauración de la basílica, esculpió una imagen de la santa, que es reputada como una de las más celebradas y conocidas obras de arte de Italia. Se cree que Maderno ha representado a la santa en la exacta posición en que permaneció su cuerpo incorrupto. Esta estatua se encuentra inmediatamente frente al altar mayor en un nicho de mármol negro, que fue designado por el artista para dar la impresión de un sarcófago abierto. Haciendo esto, Maderno introdujo un nuevo diseño de altar, que fue imitado después.


Se cree que la Basílica de Santa Cecilia se construyó en el lugar donde estaba la mansión de su familia. La segunda capilla, en la nave lateral a la derecha, es llamada caldario (caldarium, en latín) y es el cuarto donde la santa fue condenada a muerte. Allí se encuentran los restos de una antigua bañera romana; los ductos, que contenían el agua calentada, están preservados. La pieza de mármol sobre el altar es aquella en que se cree que Cecilia ha sobrevivido al primer martirio por asfixia, y puede muy bien ser la losa que marcó el lugar de su muerte.

Cecilia tuvo que escoger entre sacrificar a los dioses paganos y enfrentar la muerte. Ella prontamente afirmó su fe y prefirió el camino del martirio.

Dios nos conceda, pues, imitar el ejemplo de vida y fidelidad de Santa Cecilia, que mereció ser presentada al Rey de reyes, con gran júbilo y alegría, en la procesión de las vírgenes y en medio del glorioso ejército de los mártires, unida a aquel a quien se había consagrado en cuerpo y alma. 

Facebook
Twitter
WhatsApp
Telegram
Email

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Carrito de compra

¡No dejes al padre hablando sólo!

Homilía diaria.
Podcast.
Artículos de formación.
Cursos y aulas en vivo.

En tu Whatsapp, todos los días.