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¿Por qué consagrar a los niños a la Virgen María durante el Bautismo?

La costumbre católica de consagrar a los hijos luego el rito del Sacramento del Bautismo a la Madre de Dios, tiene como objetivo pedir la intercesión de la Santísima Virgen María sobre el nuevo miembro de la Iglesia, para que abogue por él, le asista y le proteja en todos los ámbitos de su vida.
¿Por qué consagrar a los niños a la Virgen María durante el Bautismo?

La costumbre católica de consagrar a los hijos luego el rito del Sacramento del Bautismo a la Madre de Dios, tiene como objetivo pedir la intercesión de la Santísima Virgen María sobre el nuevo miembro de la Iglesia, para que abogue por él, le asista y le proteja en todos los ámbitos de su vida.

Por Felipe Aquino
Editado por FormacionCatolica.org

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Una preciosa costumbre católica que debe recuperarse para ese momento tan importante.

Se ha convertido en una hermosa costumbre católica que los padres consagren a sus hijos a la Santísima Virgen María después de la recepción del sacramento de Bautismo. Fue creado hasta la costumbre de elegir una madrina para el niño en esta consagración. ¿Eso tiene sentido? ¿Es válido?

¡Sí, claro que lo es! La Iglesia recomienda la consagración a Nuestra Señora todos los días de nuestras vidas. La razón es muy simple y clara: Ella es nuestra Santísima Madre. Al pie de la Cruz, antes de entregar Su Espíritu al Padre, Jesús nos dio a Su Madre para ser nuestra Madre. Esto no es poco, ¡es mucho! Si Jesús lo hizo, es porque lo necesitamos.

Jesús nos dio a su madre como nuestra intercesora

Después de darnos todo, Su vida, el Evangelio, Él nos lo dio a Su Madre. Al ver al pie de la Cruz al discípulo que amaba, San Juan, Jesús le dio a María para que fuera su Madre y la nuestra. Todos los Papas y santos en esta escena vieron a San Juan representándonos a cada uno de nosotros, a cada uno de los cuales Jesús redimió con su Sangre redentora preciosa, a quien Él confió a Su Madre.

Entonces el evangelista dijo: «El discípulo la llevó a su casa» (Juan 19, 27), porque ella ya no tenía a su José ni a más familia. San Juan la llevó a Efeso, la gran ciudad romana que fue la capital de la provincia romana de Medio Oriente. San Juan fue allí para evangelizar esa enorme ciudad que tenía alrededor de 300 mil personas, y se llevó a la Madre de Jesús.

Los Santos son unánimes al decir que todas las gracias que Dios otorga a los hombres, incluso aquellas obtenidas por intercesión de los santos, vienen a Nosotros a manos de María.

Intercesión de los santos

Ahora, si Jesús nos dio a Su Madre para ser nuestra Madre, es porque la necesitamos para nuestra salvación. Los Santos Doctores, como San Agustín, San Bernardo, San Alfonso María de Ligorio, San Pedro Canisio, San Roberto Belarmino y otros, son unánimes al decir que todas las gracias que Dios otorga a los hombres, incluso aquellas obtenidas por intercesión de los santos, vienen a Nosotros a manos de María. Por eso se la llama la Mediadora de todas las gracias, nuestra abogada. Al igual que la gran gracia que recibimos del Padre, fue Jesús nuestro Salvador, y Él vino por María, así que todas las otras gracias también nos llegan por ella.

Los santos son unánimes al afirmar que ninguna intercesión ante Dios es tan efectiva como la intercesión de la Virgen María por nosotros. Además, sabemos que Dios le ha dado el poder y la misión para aplastar la cabeza de Satanás (Gn. 3:15), que quiere apartarnos de Dios mediante el pecado. Es la Santísima Virgen quien nos protege de sus malos ataques. Esta es una razón fuerte para consagrarnos a ello.

Recibiendo la protección de María

De una manera especial, consagrarle a ella un hijo después de su Bautismo tiene un significado muy especial, porque por el Bautismo sabemos que Dios, a través de la muerte y Resurrección de Cristo en la que participa el niño, es rescatado de las manos del maligno para que pertenezca a Dios, como hijo, heredera del cielo, miembro de la Iglesia, cuya madre es María.

Sin lugar a dudas, la Virgen en este momento da la bienvenida a este niño en sus brazos poderosos y le protege, cuidando su vida para que siga los caminos de Dios. Por algo la letanía Lauretana la invoca como: «Puerta del cielo, Refugio de los pecadores, Consoladora de los afligidos, Ayuda de los cristianos».

Para realizar la Consagración del niño a la Santísima Virgen María no se requiere la presencia de un sacerdote. Es suficiente que los padres, después de la ceremonia del bautismo, se coloquen delante de una imagen de la Virgen y consagren ahí al niño con una oración dirigida a la Madre de Dios.

La oración de consagración puede ser esta:

Santísima Virgen María,
Madre de Dios y Madre nuestra,
te presentamos este niño (niña)
que Dios nos ha dado
y confiado a nuestro cuidado y protección,
y que hoy, por el santo bautismo,
se ha hecho hijo (hija) de Dios
y hermano (hermana) y
 miembro vivo de tu divino Hijo Jesús
en la santa Iglesia.

Te lo (la) consagramos
con todo nuestro corazón,
y lo (la) entregamos confiadamente
a tu ternura y vigilancia maternal.

Que por tu poderosa intercesión,
Dios lo (la) proteja en su alma y en su cuerpo,
y lo (la) preserve de todos los males.

Si algún día tuviera la desgracia de pecar, 
recuérdale, Madre amorosísima,
que eres bondadosa
con el pecador arrepentido,
y condúcelo (condúcela) de nuevo
a la gracia y amistad con tu divino Hijo.

Y a nosotros, sus padres y padrinos,
ayúdanos a cumplir fielmente
nuestras obligaciones con él (ella)
y el compromiso que hemos contraído
delante de Dios.

Que con nuestra palabra
y especialmente con nuestro ejemplo
le enseñemos a creer y practicar
las verdades de la fe,
el amor al prójimo,
el cumplimiento de la ley de Dios
y el respeto a sus ministros.

Concédenos, finalmente,
Santísima Virgen María,
que algún día podamos juntarnos todos
en la casa de nuestro Padre celestial,
en la intimidad de tu Hijo
y en el gozo del Espíritu Santo.
Amén.

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