La consagración a la Santísima Virgen María es la perfecta renovación de las promesas del bautismo.
Con el bautismo «somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios» (CIC), renunciamos a satanás, a sus pompas y a sus obras.
Con la consagración a la Santísima Virgen María el cristiano vive de forma completa su vocación y cumple de manera perfecta sus promesas bautismales, ¿cómo? con la perfecta imitación a la Santísima Virgen María en todas sus virtudes.
San Luis María Grignion de Montfort, nos dirá: «Lo que hacemos por la presente devoción: es renunciar –la fórmula de consagración lo dice expresamente– al demonio, al mundo, al pecado y a nosotros mismos y consagrarnos totalmente a Jesucristo por manos de María».
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